miércoles, 22 de abril de 2020

Reinventando: Parte 3

¡Hoy por fin es el día! - Fue lo primero que dijo al despertar.

Se levantó de la cama y camino hacía la ventana para abrir las cortinas y ver el parque que había frente al lugar donde vivía. Ese día despertó antes de que suene la alarma y eso sólo ocurría cuando estaba emocionada. La noche anterior ya había escogido la ropa que usaría para el trabajo, además dejó listo un bolso con la ropa para el taller y las cosas que usualmente utiliza en el día a día. Se quedó mirando los árboles por un rato, veía como el viento movía sus hojas de un lado al otro y le producía mucha paz. Le recordaba los días en que después de un examen final se iba a dormir a cualquier parque de La Fontana y la sombra de un árbol era su fuente de tranquilidad mientras escuchaba canciones de Silvio Rodríguez en un mp3. De pronto, sonó la alarma y le recordó que debía comenzar a arreglarse para iniciar el día.

Una ducha rápida mientras se sancochan un par de huevos en la cocina. Cambiarse mientras bailaba alguna canción sexy de camino a la cocina para seguir preparando el desayuno. Prende la licuadora para hacer un batido mientras va repasando en su cabeza las cosas que necesita y verifica que no se esté olvidando de nada, toma sus cosas y baja corriendo seis pisos hasta llegar a la cochera. Prende el auto y el shuffle de Spotify decide iniciar el viaje con Here comes the sun.

¡Esto, definitivamente, es un augurio de que será un gran día! - Se dice así misma en voz alta mientras sale de la cochera del edificio. El optimismo que la rodea cuando está feliz es magia.
Que tenga bonito día señorita - le dice el portero, como todos los días, con una sonrisa amable.
También para ti, Carlos.

Maneja hacía la oficina mientras responde mensajes. Llega a su destino y saluda a todos con una sonrisa. Daniela consideraba que tenía mucha suerte de tener un trabajo que haría por hobbie. Hay personas que trabajan por dinero, posición, poder o porque es lo que la vida te obliga a hacer cuando llegas a cierta edad sin embargo la motivación interna que ella tenía sobre su día a día la hacía destacar por momentos y diferenciarse del resto. Lo que ella hacía no alimentaba su ego, si no su alma y eso lo confirmaba en los días en que se sentía triste, porque al poder ayudar en el bienestar de alguien, la hacía sentir viva otra vez y estaría dispuesta a hacerlo siempre. La predisposición de servicio que tenía hacía el mundo y la forma en que llevaba los días más pesados, de cantar y bailar una canción de regueaton en su silla, era lo que la hacía especial.

Ese día salió un poco más temprano, ya que no sabía cuanto tráfico encontraría en las calles limeñas y tenía que cruzar toda la costa verde para llegar a su destino. Usualmente, ese lugar no es parte de su ruta diaria y por eso le encantaba cuando desviaba su camino de regreso a casa e iba por allí. Ver el mar mientras conduce y de fondo una buena canción era otro pequeño momento de felicidad. Los ojos se le desviaban de la pista y miraba a los que surfean, a los niños comiendo helados, las olas romper una y otra vez, los pájaros volando en el cielo, las nubes y el cielo cambiando de colores. Así reafirmaba que lo simple siempre será lo que más aprecia en la vida.

Llegó 30 minutos antes a la escuela que quedaba en Barranco, muy cerca de la estación Bulevar del Metropolitano. Su estación favorita por la cantidad de recuerdos que evoca, como esos días en que la vida era fácil y lo más terrible que podía hacer era faltar a una de las clases de la universidad para pasar una tarde entregando amor. Los helados, los potes de fréjol colado, un pequeño parque desde donde se veían los yates en el mar, las largas caminatas por todo el malecón hasta llegar a San Isidro, las caídas en patines, el mal intento de ser cool y ser parte de los skaters, la promesa de dos jóvenes que tenían un poco de ilusos y un mucho de locos que soñaban con comerse el mundo. Miles de recuerdos comienzan a pasar por su mente y se detiene unos minutos a mirar como ha cambiado todo, ella tampoco es la misma pero se caracteriza por guardar cada uno de los momentos que vivió en su corazón, valorando y agradeciendo cada uno de los ratos felices y olvidando lo malo. Una fugaz nostalgia se revela en forma de sonrisa. 

Decide seguir su camino e ingresar a la escuela. Toca la puerta y le indican donde sería la clase y donde puede cambiarse. Se retira el vestido formal, los zapatos de tacón, las joyas y borra su maquillaje. Se pone un pantalón de color oscuro y un polo blanco. Forma un moño alto con su cabello y se queda mirándose en el espejo antes de salir.

Ingresa al salón donde sería la clase. Era más grande de lo que imaginaba y el piso era suave, se parecía al piso de goma del club donde entrenaba voleyball cuando era niña, donde caerse no era doloroso, al contrario, recuerda con cierta gracia el día que le enseñaron la técnica de como caerte luego de bloquear un ataque. Mira nuevamente la hora y todavía faltaban 20 minutos más, busca una esquina donde ponerse cómoda, se coloca sus audífonos y comienza a balbucear una canción. Cuando de pronto, alguien más aparece.

Hola tú. - Era Pablo con una actitud divertida.
- Hola tú. - Respondió Daniela mirándolo con el rabo del ojo mientras trataba de aguantar una sonrisa y se esforzaba por tener una actitud distante y seria. 
Ya sé como me vas a pagar el favor del otro día.
- Y... ¿Por qué no puede ser tu buena acción de la semana por puro amor al prójimo? - Esta vez ya no evita su mirada y le responde mirándolo fijamente a los ojos.
- Es que realmente me gustaría ir contigo a un lugar y estoy buscando una excusa. - Se siente cierta timidez en sus palabras.
- Jajajaja. ¡Qué raro eres! - La actitud distante se rompió y comenzó a reírse.  
- ¿Estás libre el sábado?
Sí. - Respondió cuando en realidad no lo estaba. Al contrario, tenía un fin de semana muy atareado entre ensayos con la banda, una tarea de sus clases de Literatura y luego quedó con Ximena en irse de tarde de chicas.
- Genial, entonces nos encontramos el sábado en la mañana en la puerta de la escuela. No vengas con auto y trae ropa cómoda.
- Dime que no eres un asesino en serie.

Pablo se sentó de rodillas frente de ella. La quedó mirando por un rato y de pronto una atmósfera de complicidad inexplicable estaba sobre ellos. La distancia era la suficiente como para no dejarte llevar por los impulsos y para ella más que la distancia aún sentía miedo de lo que comenzaba a sentir.

Confía, ¿sí? Sólo confía.

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