"Algunas personas sostienen como verdad el dicho "El que calla, otorga". Sin embargo, esa noche comprobé lo equivocada que está esa frase. No dijimos nada y eso no significó que uno aceptara como verdad lo que el otro dijo; simplemente nos cansamos de explicar por qué éramos todo y al mismo tiempo nada. Lo más fácil era quedarnos callados, sonriendo en complicidad, conscientes de lo incorrecto que era lo que hacíamos y de lo bien que se sentía ser los malos del cuento. Nuestros únicos testigos eran un barman y unas botellas de cervezas vacías. Tú y yo sabemos lo que es conectar más allá de lo físico, sin necesidad de contacto ni palabras.
El silencio no habló mejor que las palabras; sólo mostró que estábamos lo suficientemente hartos como para seguir dándole vueltas a nuestros problemas. Así fue esa noche, una inusual noche de sábado. Una noche que estuve esperando por años porque creía que sería la forma perfecta de ganar. A pesar de que finalmente ninguno de los dos ganó, puedo asegurar que fue increíble perder contigo."
El silencio no habló mejor que las palabras; sólo mostró que estábamos lo suficientemente hartos como para seguir dándole vueltas a nuestros problemas. Así fue esa noche, una inusual noche de sábado. Una noche que estuve esperando por años porque creía que sería la forma perfecta de ganar. A pesar de que finalmente ninguno de los dos ganó, puedo asegurar que fue increíble perder contigo."
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Abril, 2011
Daniela tiene veinte años y se encuentra en el tercer año de Psicología. La razón oficial para estudiar esa carrera es ayudar a quienes han vivido situaciones traumáticas; la razón extraoficial es entender por qué su cerebro funciona como lo hace. Nunca se peina porque le dijeron que se veía más bonita con el cabello alborotado y suele confiar más en las opiniones ajenas que en las suyas. Desde entonces ha dejado de alisarse los rizos rebeldes que heredó de su mamá. Colecciona libros viejos, especialmente de filosofía, monedas de otros países, empaques de Pringles y usa como adorno de llavero los abre-fácil de las latas de cerveza. Le gusta el color verde sin embargo su cuarto es de color rosa y viste de negro, no por moda sólo que cree que el negro la hace ver más ruda de lo que en realidad es.
Disfruta ir a bares y pedir una cerveza bien helada. Tiene un par de kilos que quisiera eliminar pero los alimenta cada fin de semana con hamburguesas y salchipapas que venden en la esquina de su casa. Hace dos meses cumplió tres años de relación con Nicolás, un chico que conoce desde la infancia, lo que hace que funcione fácil la dinámica entre ellos, ya que él es, después de sus padres, la persona que mejor la conoce. Nicolás es un tipo guapo y divertido, y es también su mejor amigo. Estudia Ingeniería Industrial, y tiene todas las cualidades que cualquier padre buscaría para su hija.
Nicolás, Daniela y Santiago han crecido juntos. Sus padres se conocieron de casualidad en el club y se hicieron inseparables. Ellos han compartido desde risas hasta momentos familiares complejos. Nicolás ha sido testigo de los esfuerzos de sus padres y de Santiago y Daniela por construir una familia feliz, lo que lo convierte en una parte esencial de su vida. Por eso, cuando ella evoca recuerdos, siente un nudo en el estómago al darse cuenta de cuántos de esos momentos incluyen a Nicolás y la idea de que él en algún momento pueda mirarla de manera diferente la asusta; le aterra pensar en un futuro en el que su amor se rompa y él ya no esté a su lado.
Hoy, Daniela despertó muy temprano. Fue a jugar vóley en el club con Santiago y Nicolás, y luego de eso almorzaron juntos en su restaurante favorito. Su relación está llena de tradiciones, que consideran es lo más preciado que tienen. Comparten almuerzos para probar varios platos, leen libros juntos en el mismo café desde que tienen quince, y tienen "los miércoles de chistes monses", donde se cuentan chistes y el que cuenta los peores invita un yogurt helado con fruta. Nicolás la ha dejado ganar varias veces, ya que no puede evitar reírse al escucharla, a pesar de que él tiene un gran sentido del humor y ella es sólo recita chistes sacados de internet. Sin embargo, los dos coinciden en que la mejor tradición que tienen es que están locos el uno por el otro.
Después de un sábado divertido, Daniela se lanzó en la cama, encendió la laptop para revisar algunos temas pendientes y sintió una extraña necesidad de cambiar de "bar favorito". Decir todas las noches: "Juan, dame lo de siempre", dejó de tener encanto. A pesar de que Juan muchas veces le vendía la chela a 10 soles, le permite fumar sin problema y, cuando Daniela está con suerte, le regala caramelos masticables para acompañar los cigarros. Hacía todo esto por cariño, o eso cree ella ya que no necesita usar su sonrisa combinada con el movimiento de cabeza, tan típico cada vez que quiere que alguien haga algo por ella. Aburrida de lo mismo, decidió romper la rutina y salir en busca de nuevas aventuras. Esa noche iba a explorar nuevos bares, conocer nuevos barmans, tal vez y con un poco de suerte, hacer nuevos amigos.
Después de un sábado divertido, Daniela se lanzó en la cama, encendió la laptop para revisar algunos temas pendientes y sintió una extraña necesidad de cambiar de "bar favorito". Decir todas las noches: "Juan, dame lo de siempre", dejó de tener encanto. A pesar de que Juan muchas veces le vendía la chela a 10 soles, le permite fumar sin problema y, cuando Daniela está con suerte, le regala caramelos masticables para acompañar los cigarros. Hacía todo esto por cariño, o eso cree ella ya que no necesita usar su sonrisa combinada con el movimiento de cabeza, tan típico cada vez que quiere que alguien haga algo por ella. Aburrida de lo mismo, decidió romper la rutina y salir en busca de nuevas aventuras. Esa noche iba a explorar nuevos bares, conocer nuevos barmans, tal vez y con un poco de suerte, hacer nuevos amigos.
Mientras reflexionaba sobre si realmente era necesario salir, si ese deseo de romper la rutina era tan fuerte como para no mirar los pendientes de la universidad, ni leer sobre la teoría de Freud. Sería una noche en que no se enfocaría en los deberes, sino se dedicaría a fluir. Sus pensamientos fueron interrumpidos por Santiago que entró al cuarto de Daniela, cuando vio que se arreglaba.
- Dani, ¿vas a salir esta noche?
- Sí, tengo ganas de ir a un bar. Mejor dicho, ¡a un nuevo bar! - exclamó Daniela con emoción.
- ¿Me llevas?
- ¿Por qué llevaría a mi hermanito? - Daniela lo miró con complicidad.
- Porqué te podría cuidar - dijo Santi, haciendo una postura como si fuera fuerte.
- No, voy sola.
- ¿Y no te da miedo? ¿Y si te secuestran? ¿Si me quedo sin hermana? ¡Pido tu cuarto como herencia! Jajaja - bromeó Santiago - Ya en serio, hermana, cuídate por favor.
- Si, tranqui, cualquier cosa digo que tengo un hermano que, si me pasa algo, los matará. Y sí, me da un poco de miedo pero a veces hay que seguir los instintos y no sé, hoy tengo una sensación que debo salir.
***
Mientras caminaba Daniela, escuchó sonar Calle 13 de un garaje. Ingresó al bar, tuvo una sensación extraña por estar sola, era la primera vez que hacía algo así. Lo que sentía era algo que no podía explicar en palabras, sólo trasmitir sensorialmente. Se encontraba ansiosa, nerviosa y con una sonrisa tonta en los labios. Era como una travesura de niña que sale a escondidas de sus papás.
"No se necesita plata pa' moverse, se necesita onda y música cachonda."
Eran las 11 pm, estaba en un nuevo lugar barranquino que se había inaugurado hace menos de un mes. Tenía aspecto de un garaje de taller mecánico, con un aroma a aceite y lubricante de autos. La luz era más tenue que en su bar habitual, pero al escuchar "El baile de los pobres" sintió la necesidad de permanecer un poco más allí y explorar. Se acercó a la barra y pidió una cerveza. De pronto, vio a un tipo bailando solo en una esquina. Era alguien que estaba en sus veintes, usaba una camiseta de los Rolling Stones, y parecía que no importarle nada de lo que sucedía a su alrededor. Se le veía libre, fresco y natural.
A Daniela le pareció gracioso ver a alguien así y sintió intriga por conocerlo.
- Seguramente está borracho - pensó Daniela - Pero recién son las once de la noche, no es posible esté así a esta hora - se cuestionaba - Pero, ¿había otra forma de ser tan libre sin el efectos del alcohol? - Sintió muchas ganas de acercarse, nuevamente esa sensación inexplicable, ese impulso que no podía evitar ni quería.
- Hola, soy Daniela. ¿Quieres bailar?
- Claro preciosa, me llamo Renzo. No es por nada personal pero soy de los que le cantas "Vamo' a portanos mal" pero nunca "Un beso de desayuno".
- No hay problema, tengo novio. - comenzaron a bailar y la curiosidad de Daniela pudo más - ¿Estas borracho?
- Jajaja, ¡no! ¿y esa pregunta?
- Es que te vi bailando solo con tanta libertad, que me hizo intuir que estabas borracho.
- ¿Tu necesitas alcohol para hacer las cosas que te gustan?
- Hmmm, no...
- ¿Entonces? Jajaja, eres rara.
Daniela se sonrojó y siguió bailando, admirando a Renzo y deseando copiar su despreocupada energía.
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