domingo, 25 de enero de 2015

Un minuto de felicidad

Una vez más pedí la llave de un hotel con otro.

Mantenía una relación sin títulos con un viejo amor, con la esperanza de recuperar lo perdido o llenar un espacio vacío con el capricho de que somos el uno para el otro. Se suponía que viajaríamos el fin de semana y lo gastaríamos amándonos a puerta cerradas y sin testigos, riendo para nosotros y creyendo que el tiempo no ha pasado. Sin embargo días antes peleamos, para variar, entonces el decidió que era más importante hacer otros pendientes, por ejemplo salir con su primo a tomar por el malecón de Barranco; y yo, decidí quedarme en casa, sola.

El sábado, sonó mi teléfono al rededor de las once de la noche, justo cuando todo apuntaba a que lograría lo que me había propuesto. Estar sola en casa viendo una película, comiendo, tal vez abrir una botella de vino o dormir hasta el domingo al mediodía.

- ¿Vas o no vas?

- Voy.


Paso a recogerme a casa y al abrir la puerta del auto, me recibió con una gran sonrisa en los labios y me dio un tímido beso junto a una bolsa de mis caramelos favoritos que ya estaba abierta. Es que nunca aguantaba las ganas de comer unos antes de verme. Le devolví la sonrisa y acaricie su rostro como señal de agradecimiento y fuimos a pasar un buen rato.

- Te ves mucho más bonita sin maquillaje.

- Todas nos maquillamos para salir a bailar.
- Lo sé, pero tu no lo necesitas.


Le gustaba llenarme de halagos. A mi me ponía nerviosa ya que hacía muchos meses que no sentía que alguien se esforzaba porque mi interés esté con el. Llegamos a nuestro destino y bailamos de inicio a fin, eran muchos meses que no nos veíamos así que debíamos actualizar los "nuevos pasos" que cada uno tenía. Además, era tradición decir "esta ronda la pongo yo" y así pasar toda la noche, entre tragos, risas y pasos de baile ridículos. Luego de visitar 2 bares y 1 discoteca, decidimos que el amanecer debía encontrarnos en otro lugar. Caminamos hasta encontrar un hotel con cuartos disponibles, empujándonos, tambaleando, cogiéndonos de las manos para no caer y la gente que estaba alrededor no note que estábamos lo suficientemente ebrios como para ser un milagro seguir estando de pie. Llegamos y dormimos juntos, porque no le permitiría más que eso, lo tenía entendido.

No podía dormir, no sabía si era por la tristeza de darme cuenta que perdía el tiempo con alguien que ponía todo delante de mi y, como si no fuera suficiente, le decía a todos que ya no éramos pareja cuando colgaba alguna foto en las redes sociales. Éramos sólo un "remember" constante, casi de todos los días. Tal vez sentía tristeza de mi, de darme cuenta que para mantenerlo a mi lado me estaba convirtiendo en una versión que desconocía. No puedo explicar la verdadera razón, sólo no podía dormir así que busque mi encendedor y prendí un cigarrillo mientras miraba el mar por la terraza. No quería pensar en nada, sólo necesitaba escuchar las olas romper en las piedras unas y otra vez. Bastaron unos minutos para que él aparezca detrás de mi, abrazándome por la cintura y susurrando.

- ¿Quieres ser mi enamorada? Quiero que lo seas.

Sólo atinaba a sonreír...

- ¿Que más debo hacer para que te des cuenta que son años los que quiero estar a tu lado? Porque quiero que seas tu, con tus risas y lisuras, sólo quiero que seas tu.

Éramos el y yo, en la terraza, mirando el mar y como salía el sol poco a poco mientras el besaba mis dedos, mis manos, mis brazos, mis hombros, mi corazón, mi alma. Fueron unos minutos de felicidad, hasta que termine el cigarrillo.

- Deberíamos dormir.

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