Solía ser una persona muy terca. Sí, demasiado. Siempre manejo muchas estratégicas para lograr el mismo objetivo y si es que al final nada de lo que he planteado logra funcionar, saco de mi cajón la carta "manotazos de ahogado" que me ha dado resultados en pocas ocasiones pero siempre hay que intentarlo todo antes de izar la bandera blanca y decir: "Me rindo vida, tu ganas". Normalmente cuando decido irme es porque ya jugué todas las cartas y no tengo absolutamente nada más por ejecutar y tampoco que perder. Así que me voy tranquila del ruedo y en paz conmigo, aceptando que mi contrincante esta vez fue más astuto que mis estrategias, dándole la mano y agradeciendo por el tiempo jugado y vuelvo a mi sendero sin mirar atrás con una sonrisa en los labios. Sin embargo, esta es la primera vez que me han quitado las ganas de intentar. Podría hacer muchas cosas pero sólo hice un par de movimientos que obviamente no dieron (ni darán) resultado y no sé si es porque el resultado estaba cantado desde el inicio o porque no lo hice con el ímpetu que me caracteriza.
Decidí irme del juego, aceptando que he perdido y sin intentar meterme por la ventana cuando me cierran la puerta como solía hacer. Todo estaría bien si me habrían quitado las ganas de jugar sólo en esta partida pero el principal problema es que siento que me han quitado las ganas de jugar todas las partidas, todos los juegos y en todos los modos. Es como si me hubieran robado la alegría y las ganas de vivir del alma y ahora sólo soy una persona que camina por caminar, sin motivaciones, sin mañanas, sin planes, sin estrategias. Viviendo un día a la vez de la mejor forma que se hacerlo en piloto automático.
Decidí irme del juego pero siendo mucho más incrédula y estando más a la defensiva que antes. He colocado mil escudos para que nadie pueda hacerme sentir de nuevo como una persona que no vale la pena y menos la alegría. Tengo aún cada una de sus palabras resonando en mi cabeza y en la mañanas cuando despierto esperando que todo lo vivido sea sólo un mal sueño, la angustia se apodera de mi cuerpo y ciertas ganas de hacer algo por cambiar mi suerte pero luego recuerdo que no tengo las fuerzas para hacerlo ni la motivación. Luego recuerdo que no hay nada dentro de mis posibilidades que pueda hacer para solucionar las cosas.
Decidí irme del juego pero ahora no creo en las palabras y siento que no volveré a creer. No creo en las personas con bonita sonrisa. No creo en los para siempre. No creo que todo tenga solución, antes pensaba que si, que con ganas y punche una roca puede convertirse en mariposa y solía pensar que las personas cuando aman perdonan. No creo en las segundas oportunidades. No creo en que el tiempo mejora las cosas. No creo en que si algo es para ti por obra y magia del destino caerá del cielo y llegará a ti. No creo en nada de lo que no pueda ver.
Me rindo mi vida, ganaste y te llevaste mis ganas de ganar.
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