Mientras Daniela manejaba hacía su casa tenía las palabras de Pablo en su cabeza - Confía, ¿sí? Sólo confía - pero ella no podía confiar. Había pasado casi toda su vida confiando a ciegas y eso sólo le trajo como resultado que se decepcionara de los demás. Por eso había dejado de confiar hasta en la vida misma y viviendo así, había encontrado la tranquilidad. Tenía varios años de estabilidad emocional y se repetía una y otra vez que no podía echar al agua el esfuerzo que le había costado llegar a ese punto. Se sentía confundida porque de un momento al otro su corazón había despertado para volver a sentir.
Llegó a casa, estacionó el auto y subió a su departamento por el ascensor. Sus movimientos eran automáticos, porque su cabeza estaba buscando una buena excusa para cancelar la salida.
- ¿Por qué una parte de mi quiere dejarse llevar? Tal vez puedo hacerlo una vez más... Tal vez esta vez es diferente y si, en el peor de los casos, es igual que todas las demás, pues estoy acostumbrada y ya sé como reponerme.
De pronto sonó su celular. Era una llamada de Pablo y no sabía si contestar.
- Hola.
- Hola Dani, ¿estás libre el domingo también?
- Hmmm, creo que sí. Los domingos voy a casa para desayunar con mi papá pero puedo decirle que esta semana no iré. ¿Pasamos lo del sábado para el domingo?
- No, te voy a secuestrar pero quiero asegurarme de no meterte en problemas - Pablo comenzó a reírse y la trataba como si la conocería desde siempre. Esa frescura con la que se mostraba, de alguna manera le enojaba a Daniela pero al mismo tiempo le daba gracia. Definitivamente, estaba en una confusión de sentimientos.
- Ahora si... ¿puedo comenzar a asustarme?
- Jajaja, no. Nos vemos mañana, que descanses bien.
- Nos vemos mañana. - Daniela colgó la llamada.
- ¿¡Nos vemos mañana!? No me entiendo.
***
- ¿Panamericana Sur? ¿Ya me puedes decir hacía donde estamos yendo?
- No, es una sorpresa y tienes cara de que te gustan las sorpresas.
- Odio las sorpresas.
Pablo volteo a mirarla con cara de que no le creía ni una palabra y ella no pudo seguir conteniendo la risa y le dijo que sí, que tenía razón y amaba las sorpresas. Después de manejar por cuatro horas, se metieron dentro de la reserva de Paracas y se perdieron por las dunas hasta llegar a una playa desolada y hermosa. Era el lugar más bello en el que ella había estado y, encima, la había llevado a su lugar favorito. El mar azul-verdoso, la arena, las olas rompiendo en la orilla, el olor a sal, las aves volando por el cielo, la brisa rosando su rostro y en invierno, la playa era simplemente magia.
Sacaron del auto una tienda de campaña junto a otras cosas para acampar y comenzaron a armar el lugar donde pasarían la noche. Pablo había llevado muchas cosas y Daniela, sólo por molestar, comenzó a hacer pedidos buscando que se haya olvidado de algo, sin embargo tenía todo lo necesario para pasar un fin de semana increíble y muy cómodo. Pasaron la tarde contando cada uno sobre su vida mientras tomaban unas copas de Gin con arándanos y para la fogata, Pablo comenzó a tocar con su guitarra y la invitó a cantar con él. Se pasaban las horas riendo, molestándose entre ellos y parecía que todo se había detenido por unos momentos como si se encontraban en un universo paralelo donde no había nada que pudiera estropear ese momento ni si quiera interrumpirlos. Esa noche, no utilizaron la tienda de campaña, sacaron los sleepings y se abrigaron lo más que pudieron para soportar el frío. Un cielo estrellado los acompañaba y era testigo de como dos personas comenzaban a enamorarse, como sus miradas se convertían en cómplices y las ganas de dejarse llevar por las emociones se sentía en cada centímetro de sus cuerpos.
A pesar de hacer el esfuerzo por mantenerse despierta hasta el amanecer, Daniela se quedó dormida y al despertar, encontró a Pablo preparando el desayuno. Cuando ella lo vio no pudo contenerse a hacerle una pregunta.
- ¿Por qué eres tan perfecto?
- Porque esta realidad no existe, estamos en tu imaginación.
Daniela se despertó de golpe, prendió su celular para mirar la hora y descubrió que eran las cuatro de la mañana. Hace mucho tiempo que no se había despertado de esa manera en la madrugada. - ¿Será que la ansiedad ha vuelto otra vez? - Se preguntó. Miró otra vez el celular y se dio cuenta que le había llegado una notificación de un nuevo mensaje de Pablo.
- ¿Puedes hacernos un favor? Deja de pensar tanto y sólo confía para que te puedas sorprender.