martes, 26 de noviembre de 2019

Reinventando: Parte 1

Era una tarde un poco fría. Se había perdido recorrido calles mientras tomaba fotos y no había quedado tiempo para almorzar. Llegó a su casa de turno, se puso ropa aún más cómoda de la que llevaba puesta, dejó la cámara a un lado y calentó un poco de café pasado y unas humitas que había comprado en la plaza. Hizo todo muy rápido para poder ir pronto a la terraza a disfrutar el anochecer. Sin celular, sin cámara, sin fantasmas. Con los años, se acostumbró a rentar pequeños departamentos en lugar de una habitación de hotel y así por unos días se sentía como si tuviera otra casa, en donde podía reformular sus reglas de convivencia, su rutina diaria y, muchas veces, permitirse jugar a ser otra persona.

La vista desde la terraza era hermosa y Daniela aguarda los anocheceres para estar arropada en una manta y una taza caliente. Antes solía acompañarlos, también, con una cajetilla de cigarros - le encanta el olor a cigarro y café pasado (o ron con coca cola) - pero hace más de un año que no fuma y ni el mejor anochecer, ni la mejor juerga la haría flaquear en su ideal de no volver a fumar.

- Vida, ¿te cuento algo gracioso? - Esperaba unos segundos con la esperanza que alguien responda - Yo siempre decía que iba a dejar de fumar el día que tenga hijos. Porque, ¡claro!, siempre he sabido que fumar te daña más del 80% de órganos que tenemos dentro pero por mi misma no podía hacerlo, tenía que tener un hijo para que por él (o ella) - siempre he querido que sea un él - tenga la voluntad que no tenía para hacerlo por mi misma. Ay vida, es que por tantos años me he tenido tan poquito amor propio...

Terminaba de decir esa línea y la voz se le entrecortaba. Aún dolía recordar. Mientras se preguntaba si algún día dejaría de doler así, en su cabeza recorrían los años en que se creía la reina del bar, destilando aires de grandeza que la gente solo lograba pasar con algunas sonrisas extras. Tanto tiempo de caretas, mentiras y jugar con corazones. Sin embargo, cuando estaba sola se reducía a sentirse miserable con lo buena que era la vida con ella a pesar de todo. Salían lágrimas por sus ojos. 

De pronto, volvía a sonreír. Se secaba las lágrimas con mucha dulzura mientras se miraba en el reflejo de la cuchara. Al terminar los recuerdos de años oscuros, comenzó el día en que cambió todo. Un día se prendió una pequeña luz que con el tiempo creció y se expandió por todo su ser. No sabe cómo se originó, si alguien la prendió y se fue. Solo sabe que un día volvio a mirar y al rededor ya no era tan oscuro, tan tenebroso, tan intimidante. 

- Vida, ¿te cuento algo gracioso? - Esperaba otra vez unos segundos antes de continuar - Siento que por fin estoy en paz.

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