He
cambiado.
No soy la misma que un día se fue en busca de nuevas experiencias ni la que volvió. Hoy tengo definidas mis prioridades y lo que quiero para mi. A veces es complicado porque cuesta renunciar a una vida a la que estas acostumbrada y por ratos funciona, para comenzar de nuevo. Dejar atrás los viejos hábitos, amigos, pasatiempos, formas de pensar, metas, ídolos de vida y una parte de mi misma. Sin embargo, hoy tengo claro que las personas evolucionamos y todos los cambios son sólo para mejor y esos cambios, vienen con desapego.
Un día
decides ser un libro en blanco. Tirar a la basura la vida y planes que tenías
para comenzar de nuevo. Te sientas en tu cama a ver fotos antiguas, recuerdas
tu niñez con nostalgia que tiene algo de felicidad y otro poco de tristeza. Recuerdas
con lo que soñabas y la convicción con que decías que lo ibas a lograr. Todos
los niños tienen sueños increíbles y no les importa si son grandes o pequeños o todo el esfuerzo que deberán invertir. No se ponen como nosotros, los
adultos, a analizar cada detalle y pensar que es lo que perderé si priorizo esto o que dejaré de hacer o que de mejor podría estar haciendo. ¡No! Ellos sólo sueñan y
así son felices, creyendo que lo tendrán y algunos hasta juegan con que ya lograron su sueño o ya son lo que desean. Sigues avanzando y encuentras tu adolescencia, la mía no
fue complicada o no lo recuerdo como una etapa caótica pero si me costaba
definir que es lo que quería para mi. Al final, hice lo que dijeron que debía
hacer y hoy estoy agradecida con lo que tengo, no tengo nada que reprochar.
Pero estas en ese día, en el que decides ser un libro en
blanco y probar cosas nuevas y en ese camino conoces nuevas personas que te
cambian la forma de ver la vida y sentir, te cambian los ojos, te abren el panorama.
Te reencuentras con otras que hace mucho no veías pero sientes en tu corazón
esa alegría de todos los logros que consiguió y las ganas que le mete a ser
feliz y, sabes que es lo más genial, que ellos también se alegran de los tuyos.
Conoces nuevas pasiones que te provocan estallidos de felicidad. Conoces nuevas
formas de compasión, de amor, de entrega desinteresada, de ser feliz y reír
desde adentro hasta que duela la panza y te salgan algunas lágrimas de los ojos.
Conoces un mundo ideal, el que cantabas cuando eras pequeña mientras veías
Aladinn y te acordabas de tu mamá que muy a su forma te impulso siempre a soñar
en grande y muchos años no lo hiciste por sólo querer dar la contra pero
siempre estuvo ahí, guardado en tu corazón, esperando que te quites esa corteza
tan dura con la que habías protegido tu alma para que nada te afecte, para que
te vean como el eslabón que no se desdobla, que sale triunfante. Pero hoy ya no
importa, la terquedad quedó atrás y dejas de caminar para volar, no en una alfombra
mágica si no contigo misma.
El día que
decidí ser un libro en blanco, aprendí a ser clown y a pesar que aún me falta
estudiar mucho e inscribirme a más talleres y saber mucho más de ese mágico
mundo. En estos cortos siete meses me ayudo a ser más libre, más segura, más
feliz, más guapa y podría decir que hasta amarme más. A dejar de
juzgarme y compararme con los demás. Comenzar a ser yo mi propio referente,
claro que igual tengo algunos ídolos pero ya no los veo con cierta envidia si
no con gratitud porque escucho las enseñanzas que dejaron y me ayudan a ser
mejor. Entendí que cada uno de nosotros tiene diferentes caminos y propósitos
que cumplir y que todos y cada uno de ellos son igual de valiosos y hay que
aplaudirlos cuando vez lo constantes que son para lograr sus sueños. Todo esto
lo recordé jugando y en esos juegos, hacía reír a los demás, porque les aseguro
que desde el día que me pare en un escenario y los vi reír conmigo, comencé a
reírme yo también de mi y fue magia pura. Cuando empecé a mostrarme
transparente, tal cual soy sin mascaras pero con muchas ganas de mejorar día a
día, todo se hizo más ligero, comenzó a fluir bonito, aparecieron risas por
todos lados y una vibra alucinante.
Gracias payasa, sé que aún tengo mucho más por explorar y
conocerte pero también sé que siempre estuviste ahí, dentro de mi, como un
pendiente desde la primera clase que fui cuando tenía diecisiete años. Me
dijiste muchas veces que querías salir, es que la intuición es tan sabia y te
confieso algo. te escuche en el momento exacto, cuando más te necesitaba.