martes, 4 de diciembre de 2018

No tengo tiempo

Regresaba a casa cuando dos personas se me acercaron y uno de ellos me dijo al oído que le entregue todo lo que tenía. No suelo salir con muchas cosas. Siempre uso una cartera pequeña donde pongo mi celular, el cargador, la tarjeta de crédito y algunos soles por si acaso se me antoja algo en el camino o pasa alguna emergencia. Me da miedo andar con muchas cosas porque siempre pienso que pueden robarme. Camino mirando siempre a los costados, atrás, asustada y a la espera de que alguien venga por mi. Me han robado unas veinte veces en lo que va de mi vida, entonces para mi entre menos cosas, mejor.

Sus palabras no me asustaron. Esa frase la había escuchado varias veces antes, sabía lo que seguía, así que abrí la cartera y le di mi celular sin escándalo, sin luchar contra lo evidente, sin resistencia. Eran dos contra uno, no había forma de salir vencedora, aunque la idea de correr era muy tentadora. Tomo mi celular y se fueron corriendo mientras yo retomé mi camino. Los siguientes pasos vinieron acompañados de rabia por no haber hecho nada cuando antes me hubiera peleado con quien sea y me hubiera aferrado a las cosas que tenía. Intenté seguir caminando pero comencé a temblar, por eso decidí correr lo más rápido que podía para llegar a casa y sentirme protegida. Encontré a papá en la sala viendo televisión, le dije que me habían robado, se enojó un poco porque pensó que de seguro andaba hablando por teléfono por el barrio o estaba escuchando música a todo volumen mientras volvía a casa. Yo sólo seguí recorriendo la casa, le pedí a mi hermana el celular prestado y llamé a uno de los pocos números que sé de memoria. 

- ¿Hola?
- Hola...
- ¿Quién es?
- Soy yo, Daniela.
- Ah, hola... ¿Qué paso?
- Me robaron.
- ¿Estás bien?
- Sí, sí, estoy bien. No me pasó nada, no puse resistencia. Entregué mi celular y se fueron.
- Esta bien, toma algo caliente y descansa. Ya es tarde.
- Sí... Por otro lado, te envié unos correos, no sé si los leíste. Sólo quería saber si ya me habías disculpado. De verdad que lo siento.
- No te preocupes, todo está bien.
- Está bien. Quiero que sepas que de verdad lo siento. Si tal vez un día podemos hablar de lo que sucedió...
- No tengo tiempo para eso. Ya debo colgar, cuídate mucho.
- Dale, gracias. Cuídate también.

Una conversación de cuatro minutos que cambió mi forma de ver las cosas, nuevamente. 

Me quede dormida dándole vueltas a las cosas que había hecho con el tiempo que me han regalado. Analizando cada recuerdo para validar si de verdad valió gastar ese tiempo. Pensando en la lista de cosas que antes importaban y ahora ya no. Me sorprendí con la cantidad de horas que gaste llorando, maldiciendo, sufriendo por mi suerte y decisiones, echándome la culpa, renegando de que si soy intensa, de que si estoy loca, de que si está bien ser necia y luchar por cosas por las que en realidad no se deben luchar, extrañando el pasado. Noté que vivo más en el pasado que en el presente, atesorando fotos antiguas, idealizando pequeños vídeos con fragmentos de días que aparentemente fueron perfectos y que ya no volverán porque la simple razón de que ningún día es igual al otro y las personas son temporales, van y vienen. 

Desperté de golpe en la madrugada, como me pasa cuando pienso demasiado y el insomnio se acerca para darme más tiempo para pensar, y me dije "no tengo más tiempo". Ese día decidí dejar lo pasado atrás, perdonarme por los errores, perdonar a los demás y seguir con mi propósito pero está vez sería diferente. Muchas veces dije que ya me había perdonado y al poco tiempo volvía al trompo de siempre, a los mismos errores, enredos y trampas. Sí, esta vez era diferente, ya estaba cansada de lo mismo, de las peleas, de escuchar que tengo la culpa por no madurar aún, por actuar de la única forma que aprendí a actuar, por ser como soy. Desde ese día, todo ha cambiado. Los días brillan a pesar que el sol aún no aparece del todo y hay días que sigue pareciendo que estamos en invierno. Brillan porque yo los hago brillar, porque día a día estoy aprendiendo a aceptarme como realmente soy y trabajando por mejorar lo que a mi no me gusta, porque cada hora de mi día vale la alegría porque así lo he decidido. Ya he malgastado muchos años y no me permito malgastar un minuto más. No sé si fue poco o mucho pero me tardo dos meses darme cuenta cual es mi verdadero propósito y que es lo que quiero en mi vida. Porque la frase de "ser feliz todos los días" resultaba demasiado gaseosa, necesitaba aterrizar lo que quería y como lo iba a conseguir y ahora cada una de mis acciones van alineadas a eso y no me permito hacer ninguna cosa que no empuje el propósito mayor. 

Lo siento, ya no tengo tiempo para ti.
Estoy viviendo para mi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario