lunes, 16 de abril de 2018

Ojitos brillantes


Todo se ha acomodado. Los días perdieron la incertidumbre que los caracterizaba y se dejaron iluminar por mi sonrisa. Me gusta mi sonrisa, modestia aparte. Hoy no cuesta tanto despertar de madrugada ya que era verdad que en algún momento me acostumbraría a tal punto de despertar antes que suena la alarma. Con satisfacción, le he dado la contra a la idea que sería imposible vivir de buen humor teniendo sólo seis horas de sueño y que bien se siente ir por el mundo dando la contra, hasta a mí. Tampoco cuesta esforzarse y dar el máximo todos los días. Es que es verdad que cuando entregas todo, las cosas van saliendo, la vida va fluyendo y deja de ser difícil. Cuando te das a ti mismo y dejas tu escencia en cada cosa que haces, a pesar de sentir miedo, a pesar de encontrar en el camino eventos que consideras injustos y sientes frustración, la única opción que existe es ganar. Ya sea experiencia o vivencias exitosas, pero siempre estás ganando. Aprendes lo que quieres repetir y lo que ni loca vuelves a vivir; aprendes como quieres ser y como no; aprendes a que estés donde estés, la compañía que tienes asegurada es la tuya y comienzas a proponerte ser el tipo de persona con quien vivirías todos los días sin pasarla mal. Dejas de lado a los demás para enfocarte en ti, así se acentúan los defectos y brillan las virtudes. Aceptas que eres luz y sombra y trabajas en que esa sombra sea una que de paz, como la que buscas bajo un árbol cuando el día se encuentra muy soleado.

Lo sé, no es tan fácil como suena. Al inicio estaba en un sube y baja de emociones y se sentía como si no lograría sobrevivir un día más. Siempre he creído ser, como leí en una de las obras de Benedetti (y la voy a parafrasear): "Ser una persona triste con vocación de alegre" y eso hace que le agregue tristeza a mis decisiones y a veces ronde por mi cabeza la idea que hubiera preferido quedarme “ahí” en el lugar donde no pasa nada pero con la seguridad que estaría bien, total mucha gente se conforma con vivir tranquila sin cambiar su rutina por años. Las ganas de mandar todo al demonio e huir, no sonaba tan jalada de los pelos pero soy necia y me gustan los retos. Me gusta lo difícil, sí debo aceptarlo, y gracias a eso reafirme que cuando das todo de ti, obtienes todo.

Tengo un secreto, dentro de mi corazón sigo escuchando la vocecita de una niña que contaba su mayor deseo con convicción ante una cámara con ojitos brillantes que irradiaban plena seguridad que se haría realidad. Es que ella, aunque suene increíble, es de quién obtengo mi fortaleza, es la que me recuerda quien soy cuando estoy sola en casa y después de quitarme todas las caretas, me dejo invadir por la inocencia de la niñez para que soñar vuelva a ser la actividad favorita del día. Me dejo conquistar por esa sensación de que con tan solo desearlo o creer que algo pasará, será así. Por eso, cada cierto tiempo volteo a verla jugar con rompecabezas para que me haga recordar que puedo. Ella es quién me repite que no soy de las que vivirá tranquila, yo soy de las que vivirá y sí, me equivocaré, la cagaré porque estoy bastante lejos de ser perfecta pero me acepto así. Por ratos inmadura y por otros con unos chispazos de sabiduría que ni yo me los creo cuando me releo.

Ella es quién repite una y otra vez que yo soy de las que se quedan. 

Hace un año fue la primera vez que dije eso en voz alta, me preguntaron qué significa ser “de los que se quedan” y ahora lo voy a explicar. Lo siento si me demoré tanto.

“Ser de los que se quedan es de necios, es de intensos, es de perseverantes. Es ser de los que no se van cuando los problemas parecen más grandes que la fortaleza de uno mismo, de los que no se rinden o se avergüenzan porque se equivocaron, de los que siempre dan todo porque es la única forma que conocen, de los que siguen hasta el final para ver, para entender, para aceptar, para reconstruir y muchas veces para terminar de destruir y así poder comenzar de nuevo.

Te quedas para sanar, te quedas para soltar, te quedas para recoger todo lo bonito y cuando pasen los años, mirar atrás y poder sonreír.”