Los últimos cuatro meses de mi vida han sido muy agitados y pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Recién me doy cuenta que vivo a 750 km de casa y comienzo a sentir que extraño muchas cosas, lo más importante es a un señor de unos cuarenta y tantos años que reniega hasta por la mosca que cruza frente de él pero que siempre me espera con un plato caliente sobre la mesa o una buena hamburguesa de nuestro lugar favorito. Los días han corrido tan rápido que aún no puedo creer que ya es una realidad que el nuevo año me encontró aquí y casi es Febrero. Ahora, acostumbrada a mi nuevo ritmo de vida, aferrándome a las cosas buenas que suceden aquí y dejando atrás algunas buenas costumbres que aquí me cuesta mucho replicar, puedo contar algo que creía y estaba equivocada.
Debo confesar que siempre quise cambiar de ciudad. Los que me conocen pueden dar fe que cada publicación de trabajo la cual preguntaba disponibilidad de cambio de localidad, marcaba que sí, que buscaba estudios fuera del país y formas de irme y si se podía, no volver. Nunca imaginé que en la búsqueda de nuevo hogar caería en un lugar cerca al mar, detalle que me hace sentir feliz ya que el mar me da paz y tenerlo a sólo 15 minutos es una bendición. Me desvié del tema como siempre. Siguiendo lo que contaba, sinceramente aún no tengo las razones muy claras para querer tanto cambiar de aires pero desde que termine la universidad, sentía que no encajaba donde estaba, que era necesario irme para encontrarme. Pensaba que cambiar de lugar era sinónimo de comenzar de nuevo. Vivir en un lugar sin que nadie me conozca, allí debía ser fácil empezar de cero. Sin embargo, cuando aún no cierras capítulos o dejas ir o perdonas de corazón, créeme que los fantasmas te persiguen por donde vayas. Si extrañas a alguien, la distancia te hace sentir aún más su ausencia; si no dejas ir los errores y te perdonas, verás esas situaciones en las nuevas cuadras por donde caminas; si te aferras al pasado, éste se colará en tu equipaje.
Ahora me doy cuenta que hacer un "restart" no depende de donde te encuentres, es una decisión interna. Es gracioso que nos compliquemos la vida y reneguemos de nuestra suerte cuando la mayoría de cosas dependen de cada uno. Cuando dejas el papel de víctima para convertirte en el actor, los agentes externos pierden el poder de afectar tu vida, aceptas lo que pasa como algo que esta fuera de tu control y te ocupas de lo que sí puedes controlar que son tus decisiones, emociones y reacciones frente a cada situación.
Aquí es donde me encuentro ahora y deseo aprender de las nuevas personas que son ahora parte de mi día a día y de las nuevos retos que se ponen en mi camino, mejorar desde adentro sin olvidar que soy parte de un todo, dejar de sentirme mal por algo que pasó años atrás, perdonar y perdonarme por cada dolor que le cause a alguien y aferrarme a la idea de que se puede vivir siendo feliz, sin dañar e irradiando luz y amor para cada calle que pise, cada persona que toque, cada día que viva.
Aquí es donde me encuentro ahora y deseo aprender de las nuevas personas que son ahora parte de mi día a día y de las nuevos retos que se ponen en mi camino, mejorar desde adentro sin olvidar que soy parte de un todo, dejar de sentirme mal por algo que pasó años atrás, perdonar y perdonarme por cada dolor que le cause a alguien y aferrarme a la idea de que se puede vivir siendo feliz, sin dañar e irradiando luz y amor para cada calle que pise, cada persona que toque, cada día que viva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario