Nunca he dejado que el miedo sea un stopper en mi vida, al
contrario. Siempre he usado el miedo como un impulso que hace moverme, cambiar, reinventarme día a día, al límite que a veces me da miedo dejar de sentir miedo. Me obligo a salir de mi zona segura a pesar que por dentro este en un conflicto interno y renegando conmigo, repitiendo las veces necesarias: "¡¿Qué rayos estabas pensando cuando decidiste hacer esto?!". Luego, lo cuento a los demás como si fuera una broma, me gusta buscarle el lado gracioso a mi vida. Reírme de mi y mis decisiones pero sobretodo, aprender de ellas.
Sonará medio cliché lo que vengo a contar pero por lo que pasó el domingo, lo tengo tan presente estos días que puede servir para que hagan lo mismo que yo cuando tengan miedo. Tengo un recuerdo en particular que siempre evocó cuando estoy asustada. Tenía entre 6 y 7 años
de edad, mis padres eran muy jóvenes así que tenían toda la vitalidad
para cargarme en hombros y vivir aventuras juntos. Recuerdo que fuimos a una
playa por el kilómetro 120 de la Panamericana Sur y caminamos hacía unas islas.
Yo sólo moría de miedo porque no tenía piso para llegar a aquellas islas, puedo recordarlo como si habría pasado ayer, sin embargo estaba de la
mano de mis papás y eso me daba la confianza necesaria para no dejar de caminar. Pasamos la mañana
sentados en la isla y mi mamá me dijo para pararnos en la punta de ella. Nos
paramos y no sentía miedo a pesar que las olas reventaban en mis pies y de lo alto de la isla se veía muchas más islas y un mar bastante movido y cargado de olas. Mamá me tomo la mano, la levantó y comenzó
a cantar mientras movía su cuerpo de un lado al otro:
"Yo te quiero enseñar un fantástico mundo, ven princesa y deja a tu corazón soñar.
Yo te quiero mostrar cosas maravillosas, ven princesa y déjate llevar a un mundo ideal."
Todo era mágico, si habríamos tenido una cámara como se estila ahora podría mostrar lo hermoso que se veía todo desde ahí. Cuando de pronto una ola me llegó a tapar la mitad del cuerpo. El miedo se apoderó nuevamente de mi pequeño cuerpo pero no pude pensar en eso ya que venía otra ola del doble de
alto y sólo escuche a mamá decir “¡Respira!”. Lo demás que recuerdo es mirar
una ola cruzar por encima de nosotras y descubrir el color más blanco que he visto en toda
mi vida. En realidad fue hermoso, así lo recuerdo, el miedo desapareció. Salimos de ahí lo más pronto que pudimos y cuando volteé mi papá y mi tía, que también nos acompañaba, estaban tirados fuera de la isla y con muchos raspones y moretones. No pudieron mantenerse de pie como mamá y yo, si no que la fuerza los arrastró. No recuerdo como regresamos, sólo se que pudimos volver a la orilla y comencé a jugar con la arena con una sensación de miedo y asombro. Además, escuchaba como un señor que
vivía en esa playa les gritaba a mis papás por pasarse de irresponsables e ir a
un lugar que no se debía.
Recordé este momento porque después de muchos
años volví a sentir la fuerza del agua sobre mi, esta vez fue la de un río. Debo
confesar que hubieron unos minutos en que creía que el miedo se apoderaría totalmente de mi y no me dejaría pensar cómo actuar para salir de ahí. Tal vez en unos años me ría más de lo que me reí mientras le contaba a mamá que por algunos minutos creí que moriría. Lo que sí estoy segura es que a pesar que podía dejarme llevar por el curso de río y quien sabe con cuantas heridas estaría ahora, me mantuve en pie a pesar que el agua me tapaba y no me dejaba respirar. Cuando comencé a desesperarme recordé automáticamente ese día y trate de respirar más lentamente. Felizmente, otra vez apareció un poblador del lugar para ayudarme a salir sin casi ningún raspón y ahora es parte de una historia más que contar.
Sé que tal vez mis ejemplos no son los más motivadores que existen pero ni ver una ola gigante, ni sentir la fuerza de un río que baja por una quebrada harán que deje el estilo de vida que he decidido tener: Vivir aventuras y conocer lugares nuevos cada vez que sea posible. No puedo permitir que el miedo me detenga, sólo que me ayude a ser más precavida y seguir adelante con cautela. Por eso les aconsejo que nunca dejen que
el miedo se apodere de sus vidas que la verdad al final en el recuentro de los
años más te vas a arrepentir por todas las cosas que no hiciste, que las que
hiciste. El miedo siempre será parte de, como me dijeron hace unos días: "Si
no habría miedo, no habría sentido". El miedo es uno de los
sentimientos que más reafirman que estamos vivos, que sentimos y somos vulnerables. Si te quedas en tu zona de
confort, te aseguro que nunca tendrás este sentimiento pero tampoco pasará nada. No tendrás historias para contar ni momentos que recordar.
Salta, corre, nada, brinca, camina, prueba, come, conoce, cae y vuelve a intentarlo.
¡Apodérate del mundo!