domingo, 17 de julio de 2016

Gorda por dentro

Desde que recuerdo, la mayoría de personas que me rodea se ha burlado de mi cuerpo. Siempre he creído que tengo otros defectos con los que podrían molestarme, si es que una parte de la vida se trata de eso: molestar a otros. Pero no, se han afanado con cuantos kilos marca mi balanza, si es que estoy muy flaca o muy gorda o muy "normalita". Me han dicho comentarios de todo tipo, algunos apodos parecían tener una cuota de cariño y otros bastante despectivos. He escuchado desde "momia con uniforme" hasta "gordito", un par de kilo hacía que pase de un extremo al otro. Los únicos que endiosaban mi cuerpo han sido mis novios de turno (¿y quién no le diría eso a quién le da sexo 24x7?). Grandes chicos que me hacían creer que no debía ni bajar ni subir un gramo, todo estaba donde debía estar y me compraban una salchipapa con mayonesa, ketchup y guacamole para que termine de creerme el cuento.

Debo aceptar que algunos comentarios sí me afectaban y hasta por fugaces momentos los llegaba a creer, a pesar que les lanzaba una sonrisa como respuesta. Hasta los 17 años, me daba vergüenza utilizar ropa muy corta o pegada, ya que sabía que sería punto de burlas y lo único que quería era divertirme en buena onda. Luego, con un poco más de años encima, media carrera universitaria y el corazón roto; logre sentirme cómoda con mi cuerpo. Usaba la ropa que me gustaba, ya nadie hacía comentario alguno sobre mi. Había dejado atrás la época de colegio, o eso creía. Pobre e ingenua yo de 20 años que no tenía ni la menor sospecha que, en unos años, sería la gorda del grupo.

Sin embargo, mientras pasan los años, poco a poco asimilas mucho más todo lo que comes. Dejas de comerte una salchipapa entera ya que con 3 papitas aparentemente ya subiste 5 kilos más. Se acaba la era de dos panes ciabatta con huevos y hot dog en el desayuno e inicia una nueva vida de huevos sancochados, pan integral con queso, yogurt para cenar y agua en lugar de cualquier bebida azucarada. Te matriculas en el gimnasio, al que vas cada vez que te acuerdas y te martirizas cada vez que saliendo cometes alguna excepción a la dieta y comes uno de esos deliciosos sanguchitos con pollo. No tengo ni la mínima idea de lo que piensen los demás pero yo estoy un cansada de los estándares de belleza y de, peor aún, intentar encajar en ella. Cansada de la gente que cada vez que me ve diga: "¿te subiste unos kilitos? pero si antes eras flaquita" o me digan que soy una gorda sólo porque me gusta comer. 

He decidido mandar al demonio a todas esas vocecitas que retumban mi cabeza con comentarios que no suman Interiorizar que una balanza no te define y tampoco te hace mejor o peor. Entender que el punto es: Amarse. Sentirse cómodo y querer el cuerpo que tienes. No sentirte incomodo por comentarios ajenos. Si tu te sientes bien como estás, perfecto, lo lograste. Si no, trata de mejorar y tener una vida más saludable pero para ti. Ponte bonita para ti, para tus ojos. No para gustarle a alguien o caerle bien a los demás, no porque te dicen "gorda" o "fea", no para encajar en el grupito de las regias, no para querer parecerte a alguien más.

Hoy me voy a declarar como lo que soy: gorda por dentro (pesando poco menos de 60 kilos). Me encanta comer, está en mi top 2 de la lista de 5 placeres de la vida. Amo probar cosas nuevas y redescubrir mis platos favoritos. Me gusta el olorcito de pan recién horneado, ponerle huancaina a las menestras, comer caramelos mientras manejo el auto, tomar una buena taza de café con leche, cenar pastas los viernes por la noche y los domingos los contundentes desayunos familiares, ir por una cerveza los fines de semana. Me gusto así, soy feliz así.