sábado, 19 de diciembre de 2015

Lo que pudo pero no fue.

Me estoy haciendo la dormida, no debo moverme. No sé como respirar, ¿cómo se respira mientras duermes? Debo ser la peor fingiendo pero es totalmente necesario no aparentar que ya desperté. Nunca había sentido antes que alguien me miraba mientras dormía, me acaricia el cabello con tanta ternura que lo único que quiero es abrir los ojos y darle un beso. Ahora entiendo que no mentía cuando dijo que no podía dormir mucho cuando me quedaba en su departamento porque prefería contemplarme. Debe estar realmente enamorado de mi. Debe ser real lo que dijo a Ximena el día que ella nos presentó.


"Esa mujer me encanta"

Le encanto y que bien se siente. Intento no moverme. Sinceramente, ha tenido muchísimas oportunidades para sobrepasarse conmigo sin embargo hasta ahora no lo ha hecho, no lo hace. Desde el día que lo conocí, he sido totalmente transparente con el. Nunca había sido totalmente sincera, siempre me guardaba mis trapitos sucios. Pero con el ni si quiera tengo trapos sucios, no quiero tenerlos. De pronto, se me acerca al oído y me dice "me encantas".  Me encantas igual.

Mi espera

He aprendido que algunas cosas no las vas a conseguir luchando más o metiéndote por la ventana después que te cerraron la puerta en la cara. A veces, sólo debes esperar y dejar las cosas fluir. ¿Por qué? Porque no todo depende de ti y tus buenas intenciones. Seamos sinceros y dejemos de lado los clichés que sostienen que "el que la sigue, la consigue" o "todo depende y está en ti" o "blablabla" (¿qué dijo?). Algunas cosas no suceden por que no. Así de simple.

Este año he estado buscando algo de forma desesperada. Sí, lo hacía con desesperación. Todos mis esfuerzos estaban alineados al mismo objetivo, con eso suponía que lo lograría. Tenía todas las estrategias posibles. "Si me cierran la ventana, ¡aún puedo trepar la pared, llegar al techo y hacer un hueco!" Tenía la esperanza y convicción que lo iba a conseguir. (Yo siempre consigo lo que quiero, ¿aún no se han dado cuenta?). Llegue a exagerar al punto de contar que me atormento poniendo la misma canción todos los días al despertar con la "amenaza" de no escuchar otra canción hasta lograr lo que busco (a veces me incentivo de formas raras. NO SOY RARA). Lo peor es que con eso atormento a los demás que también escuchan esa canción ya que la pongo a las 6:15 am y en altavoz. No, no es mi alarma. La rutina va así: Despertar, apagar la alarma, revisar Facebook, lanzarme de mi cama, entrar a Youtube, buscar la canción, darle "play" y comenzar a alistarme para el trabajo. Bueno, a veces cambia el orden de las cosas pero siempre de fondo tengo la misma canción y es aburridísimo escuchar lo mismo una y otra vez por días y días sin saber cuando acabará.

Otra cosa que me he dado cuenta es que por estar tan afanada en encontrar lo que busco, no le he dado la importancia y alegría necesaria a las otras cosas buenas que han pasado, que agradezco hayan sido muchas. Claro, varias de ellas han sido consecuencia de mis acciones en busca del "tesoro" pero como no han sido el "tesoro" he sentido menos felicidad al verlas surgir. De todos modos, hoy quiero hacer un antes y después. Por eso he decidido que dejaré de luchar por lo que busco, quien sabe que tal vez caiga por su propio peso como los demás logros del año o tal vez, en realidad, no lo necesito tanto como pienso.

¿Qué les puedo decir? De verdad, ya le cogí gustito a la espera.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

Complicándome los días: Parte 6 - Conexión

"Lo que más me gusta de este corazón que me tocó es que, a pesar de todos mis fracasos, sigue creyendo en el amor. En ese amor que veía de niña en las telenovelas mexicanas con la nana que me cuidaba, o en las comedias románticas donde, después de una gran crisis, el personaje que falló se daba cuenta de que no podía perder a la otra persona y hacía lo que fuera por recuperarla. En ese amor que no existe en la vida real, pero que tantos buscamos con esperanza y, hasta cierto punto, con un poco de obsesión.

Había días en los que, sin darme cuenta, pasaba horas mirando por la ventana, esperando verte aparecer en mi acera. Imaginando que habías venido esta noche porque, cuando uno se da cuenta de que quiere pasar el resto de su vida con alguien, desea que el resto de su vida empiece lo antes posible.

Había días en los que te buscaba en todas partes. En los ojos de otros, en los olores de la calle, en los chistes de personas que ni conocía. Buscaba en cada rincón algo de ti, algo a lo que pudiera aferrarme."

***

- Es extraño, pero de verdad me alegra verte. Después de tanto tiempo… hasta me parece gracioso - dijo Daniela con sinceridad. Era genuina su alegría de tenerlo frente a ella, aunque en el fondo también le inquietaba lo fácil que era sentirse así con él.
- No hubiera sido tanto tiempo si me hubieras dado tu número la última vez que coincidimos - respondió Renzo con una sonrisa pícara.
- Creo que fue una buena decisión. Prefiero que conozcas esta versión a la que solía ser… - murmuró Daniela, sintiendo una punzada de vergüenza al recordar algunas cosas del pasado.
- A mí ya me gustaba la versión anterior… y espero que me permitas conocer a esta nueva - dijo Renzo, con una firmeza que ella nunca le había visto antes.
- De acuerdo.
- ¿Qué? ¿Así sin más? ¿Sin poner resistencia?
- Así sin más - dijo, riendo al final de la frase, como si con esa risa intentara disipar el cosquilleo que sentía en el pecho.

Se quedaron conversando hasta que les pidieron que dejaran el bar. Entre anécdotas, risas y confesiones, fueron quitándose capas invisibles, mostrando partes de sí mismos que rara vez compartían con los demás. Daniela le contó que había aprendido a vivir con el corazón roto, que se había acostumbrado a amar y disfrutar la vida con cada una de sus piezas dispersas. Renzo, por su parte, admitió que su postura segura y encantadora era sólo una coraza; había descubierto hace poco que al protegerse del dolor, también se estaba cerrando a cualquier otra emoción. Y eso… eso explicaba por qué algunas cosas aún no se le daban.

La conexión entre ellos siempre había estado ahí, pero esa noche fue la primera vez que ambos la vieron con claridad. Desde entonces, se encontraron cada vez que pudieron. Y cuando no podían verse, se buscaban en videollamadas, en mensajes de voz, en pequeños detalles compartidos del día a día. Se entendían sin esfuerzo, como si hablar con el otro fuera la cosa más natural del mundo. Había chispas entre ellos, de esas que encienden incendios, pero Daniela se obligaba a apagar ciertos pensamientos antes de que tomaran forma. Aunque… por más que intentara ignorarlos, ahí estaban.

- ¿Y si es él? - pensaba mientras lo escuchaba - ¿y si es la persona con quien viviré mi historia sacada de una película gringa de amor? Porque, admitámoslo, nuestro principio es digno de comedia romántica. Vamos bien… ¿o no? ¿Y si no funciona otra vez? ¿Y si termino con el corazón hecho trizas otra vez? Hablo como si hubiera tenido muchas rupturas, pero la única que tuve fue tan brutal que no sé si quiero volver a pasar por algo así. ¿Para qué arriesgarme? Podríamos ser amigos, una amistad bonita, segura, sin fecha de caducidad. ¿Y si funciona…? 

Daniela era esclava de sus pensamientos. Cuando se trataba de sobrepensar, no existía un botón de emergencia que pudiera salvarla y sacarla de ese bucle mental.

- ¿Estás aquí? - preguntó Renzo, entre curioso y divertido.
- Sí, sí estoy aquí - dijo ella rápidamente - sólo que a veces me distraigo muy rápido, pero claro que estoy aquí.

Renzo la miró como si pudiera leerle la mente.

- No tengas miedo.
- No tengo miedo - mintió.
- Es más fácil si me dices lo que realmente sientes.

Y ahí estaba otra vez: la posibilidad de soltar el miedo, de arriesgarse… o de salir corriendo antes de que fuera demasiado tarde.