"Hoy regrese a casa muy temprano de una fiesta. Prendí la televisión y vi el reloj, eran las 2 am. Recordé cuando salíamos a adueñarnos de una pista de baile o una mesa de un bar, muchas veces las dos cosas al mismo tiempo. Recordé el feeling con que volvía a casa. Sintiéndome culpablemente feliz, riendo mientras apoyaba mi cabeza en la almohada y recordaba como te besaba. Nos besábamos cada vez que se podía y también cuando no.
Intente huir de ti, crear razones de porque sería un fracaso estar juntos para siempre. Ahora, pasan los días y es como si nada pasara. No quiero dar a entender que no hago nada, porque tampoco es que mi vida gire entorno a una relación. Sólo que desde que decidí jugar en otra partida ya no soy ni la décima parte de lo feliz que era contigo. Es extraño, yo tampoco lo entiendo.
Sin embargo... Si regresáramos en el tiempo, volvería a hacer todo igual. "
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Setiembre, 2014
Las cosas con Nicolás en lugar de mejorar, cada día empeoraba. El abismo que los separaba era demasiado grande como para poder construir un puente que los acerque y Daniela decidió dejar de mentirse y tomar decisiones para que ambos pudieran ser felices.
- Hola Nico, ¿cómo estás?
- Hola Dani. Bien, ¿tu cómo estás?
- Bien, también. Te llamaba porque me gustaría que nos veamos, creo que ya han pasado varios meses desde que dejamos las cosas en pausa y es momento de conversarlo.
- Sí, de acuerdo. ¿Te parece si voy a tu casa en la noche, luego del trabajo?
- Sí, perfecto. Nos vemos luego entonces.
Daniela no podía dejar de pensar que uno de los momentos más incómodos que existen es cuando estás próximo a terminar con una persona con la que solías compartir todo. De risas, complicidad, bromas, pasas a conversaciones huecas, frías, cortantes. Sin embargo, ella tenía claro que una relación no se trata de estabilidad, sino de felicidad, y a pesar de que intentó negarlo mil veces, hacía mucho que ninguno de los dos era completamente feliz. Sabía que estaba tomado la mejor decisión, pensando en ambos y lamentablemente le tocaba a ella ser quien ponga los puntos en las íes aunque su corazón se haga trizas. Perdió a su mejor amigo y tendría que aprender a vivir con esa pérdida.
Llegó la noche, y Nicolás llegó tal como habían quedado.
- Hola Nico, me gustaría que esta conversación sea rápida - dijo Daniela, con tono firme - han pasado varios meses desde que decidimos darnos un tiempo para pensar las cosas. De tu lado no he visto ninguna intención por solucionar lo que teníamos.
- Dani, ¿es en serio? ¿me estás tratando de echar la culpa? - interrumpió Nicolás con un tono defensivo.
- No, no estoy buscando culpables. No quise hacerte sentir así. Bueno, ninguno se los dos mostró una intención, ¿mejor?
- Sí, tu tampoco me buscaste. Me dijiste que estarías para mi, es verdad, pero tampoco me buscaste.
- Esta bien, Nico. Ninguno de los dos mostró intención por solucionar nuestra relación y yo no puedo estar más tiempo en la incertidumbre de si estoy con alguien o estoy soltera.
- Ah, ¿entonces esta conversación es para que puedas estar soltera? - agregó Nicolás mantenimiento el tono defensivo.
- No, Nico. Me sorprende un poco las respuestas que me estás dando. - dijo Daniela mientras sonrió sintiéndose frustrada porque no estaba fluyendo la conversación.
- Bueno, continúo, ya no quiero estar contigo Nicolás. Gracias por tantos años, pensé que este día nunca llegaría a nuestras vidas, me imaginé nuestros futuros de manera distinta pero la vida da giros inesperados.
Nicolás miraba a Daniela sin decir nada, el espacio se volvió muy incómodo. Ella tuvo una expectativa distinta de como sería terminar, esperaba poder quedar como amigos y que la situación sea un poco más cordial. Tal vez la firmeza de Daniela lo tomó por sorpresa pero luego de 5 minutos en silencio, Daniela se despidió y salió del auto donde estaban conversando.
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Diciembre, 2014
Pasaron los meses, y Daniela recuperó a los amigos que había dejado de lado por las salidas que hacía sola a Juanelo, por los fines de semana en los que iba al departamento de Nicolás, y por las largas noches dedicadas a terminar su tesis para graduarse como psicóloga. Había olvidado lo geniales que eran las madrugadas escuchando a Andrés tocar la guitarra, las discusiones entre Ximena y Paula sobre quién cantaba mejor, la chaqueta de Ignacio que siempre usaba por el frío y el buen olor a cigarro, sus vasos de ron con un poco de Coca-Cola, la tranquilidad de la noche y la necedad de no dormir hasta ver el amanecer.
Daniela tiene veintitrés años y estaba soltera después de tantos años. Seis, para ser exactos, corrección, casi seis. No tenía novio con quien ir a las bodas de sus amigas, ni con quien disfrutar de los martes de 2x1 en el cine, o compartir el postre de la cena, y, peor aún, tampoco tenía un mejor amigo. Al principio, fue extraño que nadie la regañara cuando no avisaba que llegaba tarde a casa, o que nadie le dijera "buenas noches, mi bonita". Lo que más extrañaba era no tener su calendario lleno de tradiciones, y la que más le dolió eliminar fue "los miércoles de chistes monses". Pero poco a poco se fue acostumbrando a desearse buenas noches a sí misma y a despertar pensando que cada día debía valer la alegría, a pesar de que, en momentos, su cuerpo se llenara de tristeza.
Decidió que era momento de empezar de nuevo. Aceptó las invitaciones a cenar y salir en citas. Tal vez, con un poco de suerte, dejaría que alguien la enamorara. Sin embargo, a pesar de haber conocido a muy buenos sujetos, nadie llamaba completamente su atención. Pero no había prisa. Siguió estudiando y creciendo profesionalmente y como persona. Finalmente, había logrado desenvolverse en lo que siempre había buscado, y seguir logrando metas era lo único para lo que tenía prisa. Siendo sincera, deseaba estar sola, conocerse de nuevo, ser feliz consigo misma, mirarse al espejo y estar orgullosa de lo que se había convertido.
- ¿Soy la mujer que quería ser cuando era niña? - Se preguntaba mientras sonreía al espejo.