Hace más de dos meses que aprendo día a día a vivir sin escribir una publicación o tomar una foto de "buenos días" o hacer un tweet sobre mi reporte del tráfico; y me he dado cuenta que muchos de mis cyber-amigos, esos que escriben casi todo el día en redes, se alejaron cuando no fue tan fácil encontrarme. Una grata sorpresa fue recibir llamadas de personas, algunas de las cuales no imaginaba que seguían mis publicaciones, preguntando si todo estaba bien e insistiendo que debía regresar para "alegrarles el día" (lo pongo entre comillas porque soy un poco incrédula).
Estos días han servido para ver las cosas de manera distinta. Logré entender que es mejor mantener una conversación mirando a los ojos al receptor sin estar pendiente si el celular vibra o sin que alguna notificación te desconcentre, sin tener que mirar hacía abajo y al final iniciar una conversación con personas que no están en la sala. Sinceramente, por algo no están, ¿no creen?. Entendí que no existe mejor foto que la tomada con nuestros ojos y que los atardeceres son para vivirlos, no para postearlos en Facebook. Me di cuenta que no necesitas una publicación describiendo lo especial que eres y el gran cariño que te tienen cuando pueden ir a visitarte a casa con la excusa de gorrearte algunas cervezas, o invitarlas, y así demostrar lo valioso que es pasar tiempo a tu lado. Porque para lograr una gran cena no es un requisito indispensable tomar una foto del plato que estas por comer, si no mirar el rostro de la persona con quien compartes ese plato. Comprendí que las mejores sonrisas las regalas en espontáneo y la más divertidas visitas no son las que haces check in porque te sientes tan genial que el tiempo se pasa más rápido de lo normal y ya no recuerdas que debes buscar en el explorador la ubicación de donde te encuentras. Por último, entendí que la belleza no se mide por la cantidad de likes que tienes en una foto o por la lista de comentarios repitiendo lo "linda que estás".
Ahora prefiero una llamada que a un mensaje con muchos corazones, prefiero ver las muecas raras de cada uno que mirar hacía una pantalla y me gusta esperar a que me cuentes tu día en vez de saberlo porque lo posteas para todo el cibermundo. Porque la felicidad no fue creada para ser publicada, si no tienes que vivirla.