Sonó un mensaje en WhatsApp.
“Nadie necesita estar
listo para algo, ¿cuándo nos vemos de nuevo?
La respuesta que recibió no era la que esperaba
y sólo habían pasado diez horas desde la pregunta que dejó en visto. Daniela
pensó que no era tiempo suficiente para hacerse la ofendida con él, al fin y al cabo sólo eran amigos.
“Tal vez se quedó
dormido mientras chateábamos, tal vez estaba muy cansado para seguir la
conversación, tal vez se le apago el celular y olvidó su cargador en el trabajo
(pero si aparecieron los dos checks… ¡tal vez se le malogró el celular!), tal
vez, sí, tal vez…” –
Pensaba.
Las excusas aumentaban con el sonar de las
manijas del reloj y con el también las ganas de todo. Bastaba con verlo,
conversar y reír, tal vez también abrazarlo y con suerte robarle un beso. Mientras
coordinaban cuando se verían nuevamente, ella miraba el celular con cara de
tonta e idealizaba el futuro encuentro. Últimamente, era muy complicado
concretar una fecha, por eso Daniela debía acomodarse a los pocos momentos
libres que tenía él y para lograrlo posponía reuniones, avances de trabajos,
cenas familiares y cualquier otro evento que se interpusiera entre sus salidas.
Después de besarlo por primera vez, decidió jugar el todo por el todo, sentía
que lo valía porque era él la persona con quién quería estar. A pesar de eso, no
repitió suficientes veces lo mucho que lo quería, ni lo mucho que el encantaría
estar a su lado porque no quería quedar en evidencia con él y siempre trataba
de aparentar que no le gustaba tanto como le gusta y le daba lo mismo ser
amigos o algo más. Finalmente, quedaron en verse el sábado por la noche.
Daniela escribió, exageradamente grande, en su pizarra la fecha y hora en que
se verían, sabiendo que no lo olvidaría pero verlo allí le alegraría el día.
El sábado se hizo eterno, Daniela no durmió
varios días para poder terminar con los pendientes y estar libre para él.
Además del sueño, tenía resaca porque días previos estuvo bebiendo todo lo que
pudo, buscando en el alcohol el valor que sabía perfectamente le faltaba para
hacer lo pactado para esa noche. En el transcurso del día, le escribió muchísimas
veces a María con el fin que le repita una y otra vez que lo que haría no es
nada del otro mundo, que todos lo hacen y debe dejar de ser tan histérica y cucufata.
“¿Estas realmente segura
que quieres hacer esto? Si es así, tienes que ir con el corazón y la cabeza
fría sabiendo que aunque pase eso entre ustedes, no significa que le darán
ganas de ser tu enamorado. Además, creo que tendrías que volverlo loco esta
noche para que quiera volver a verte. Dani, tú no eres ese tipo de chica, por
favor no la cagues, no tienes nada que demostrar.”
Cada palabra que leía resonaba en su cabeza.
Sabía que tenía razón, debía dejar de pensar y sólo dejarse llevar por el
momento y sí, ella no era ese tipo de chica y, por si fuera poco, siempre
estuvo en contra del sexo casual. A pesar de no estar totalmente convencida, ya
había quedado en algo y no podía arrepentirse.
El recordatorio del celular anunciaba que a las
7:30 pm debían verse. Ella llegó al lugar pactado y él estaba en quién sabe que
parte de Lima. Cambiaron el lugar de encuentro y, como si no fuera suficiente,
la hizo esperar más de 1 hora. Cuando se vieron, Daniela intentó ocultar el
miedo que sentía, no obstante eran evidentes sus nervios al no poder coordinar
ni dos movimientos correctos. Daniela le confesó que nunca había hecho algo
parecido, que era la primera vez que estaría con alguien con quién no tenía una
relación seria. Él la comenzó a besar.
¿Qué? ¿Ya se acabó? – Pensó Daniela
No salió como esperaba y ella no ayudó a que
fuera una noche espectacular. Asegura que una muñeca inflable hubiera estado
más caliente que ella esa noche. Daniela no sintió nada. Ver la televisión le
resultaba más divertido que lo que pasó en ese cuarto. A pesar que los dos
aparentemente estuvieron de acuerdo con la decisión, los sentimientos en ella
pudieron más y cada vez que él se acercaba sentía que logró lo que él quería,
una noche de sexo casual. Nada de amores, ni promesas, ni te quieros. Parecía
que no era la misma persona a quién un par de años atrás conoció o meses atrás
besó y sintió tanta felicidad que ahora se resumía a nada. Se despidieron y ella llamó al primer amigo
que vivía cerca de donde estaba y fue a visitarlo en busca de un abrazo sincero.
Necesitaba sentirse querida por alguien, necesitaba un poco de cariño real.
A pesar de esa espantosa noche, decidió hablar
con él nuevamente porque para ella aún la historia no había terminado. Sin
embargo, él ya no quiere saber nada sobre ella. Utilizó su lenguaje crudo y
seudo sincero para hacerle creer que es la culpable de que no se concrete una
relación entre ellos, por el desenlace que tuvo esa noche.
“Estuve varios meses
esperando una llamada tuya después que nos vimos, tal vez preguntando como me sentía, creyendo que aún había algo por salvar de nosotros. Gracias
por quitarme la venda de los ojos, nunca existió un nosotros. Pude recordarte
como un amor fugaz e intenso pero ahora sólo eres una noche sin pasión ni emoción.”