viernes, 24 de octubre de 2014

Amor sin amor: Segunda Parte

Sonó un mensaje en WhatsApp.

“Nadie necesita estar listo para algo, ¿cuándo nos vemos de nuevo?

La respuesta que recibió no era la que esperaba y sólo habían pasado diez horas desde la pregunta que dejó en visto. Daniela pensó que no era tiempo suficiente para hacerse la ofendida con él, al fin y al cabo sólo eran amigos.

“Tal vez se quedó dormido mientras chateábamos, tal vez estaba muy cansado para seguir la conversación, tal vez se le apago el celular y olvidó su cargador en el trabajo (pero si aparecieron los dos checks… ¡tal vez se le malogró el celular!), tal vez, sí, tal vez…” – Pensaba.

Las excusas aumentaban con el sonar de las manijas del reloj y con el también las ganas de todo. Bastaba con verlo, conversar y reír, tal vez también abrazarlo y con suerte robarle un beso. Mientras coordinaban cuando se verían nuevamente, ella miraba el celular con cara de tonta e idealizaba el futuro encuentro. Últimamente, era muy complicado concretar una fecha, por eso Daniela debía acomodarse a los pocos momentos libres que tenía él y para lograrlo posponía reuniones, avances de trabajos, cenas familiares y cualquier otro evento que se interpusiera entre sus salidas. Después de besarlo por primera vez, decidió jugar el todo por el todo, sentía que lo valía porque era él la persona con quién quería estar. A pesar de eso, no repitió suficientes veces lo mucho que lo quería, ni lo mucho que el encantaría estar a su lado porque no quería quedar en evidencia con él y siempre trataba de aparentar que no le gustaba tanto como le gusta y le daba lo mismo ser amigos o algo más. Finalmente, quedaron en verse el sábado por la noche. Daniela escribió, exageradamente grande, en su pizarra la fecha y hora en que se verían, sabiendo que no lo olvidaría pero verlo allí le alegraría el día.

El sábado se hizo eterno, Daniela no durmió varios días para poder terminar con los pendientes y estar libre para él. Además del sueño, tenía resaca porque días previos estuvo bebiendo todo lo que pudo, buscando en el alcohol el valor que sabía perfectamente le faltaba para hacer lo pactado para esa noche. En el transcurso del día, le escribió muchísimas veces a María con el fin que le repita una y otra vez que lo que haría no es nada del otro mundo, que todos lo hacen y  debe dejar de ser tan histérica y cucufata.

“¿Estas realmente segura que quieres hacer esto? Si es así, tienes que ir con el corazón y la cabeza fría sabiendo que aunque pase eso entre ustedes, no significa que le darán ganas de ser tu enamorado. Además, creo que tendrías que volverlo loco esta noche para que quiera volver a verte. Dani, tú no eres ese tipo de chica, por favor no la cagues, no tienes nada que demostrar.”

Cada palabra que leía resonaba en su cabeza. Sabía que tenía razón, debía dejar de pensar y sólo dejarse llevar por el momento y sí, ella no era ese tipo de chica y, por si fuera poco, siempre estuvo en contra del sexo casual. A pesar de no estar totalmente convencida, ya había quedado en algo y no podía arrepentirse.

El recordatorio del celular anunciaba que a las 7:30 pm debían verse. Ella llegó al lugar pactado y él estaba en quién sabe que parte de Lima. Cambiaron el lugar de encuentro y, como si no fuera suficiente, la hizo esperar más de 1 hora. Cuando se vieron, Daniela intentó ocultar el miedo que sentía, no obstante eran evidentes sus nervios al no poder coordinar ni dos movimientos correctos. Daniela le confesó que nunca había hecho algo parecido, que era la primera vez que estaría con alguien con quién no tenía una relación seria. Él  la comenzó a besar.

¿Qué? ¿Ya se acabó? – Pensó Daniela

No salió como esperaba y ella no ayudó a que fuera una noche espectacular. Asegura que una muñeca inflable hubiera estado más caliente que ella esa noche. Daniela no sintió nada. Ver la televisión le resultaba más divertido que lo que pasó en ese cuarto. A pesar que los dos aparentemente estuvieron de acuerdo con la decisión, los sentimientos en ella pudieron más y cada vez que él se acercaba sentía que logró lo que él quería, una noche de sexo casual. Nada de amores, ni promesas, ni te quieros. Parecía que no era la misma persona a quién un par de años atrás conoció o meses atrás besó y sintió tanta felicidad que ahora se resumía a nada.  Se despidieron y ella llamó al primer amigo que vivía cerca de donde estaba y fue a visitarlo en busca de un abrazo sincero. Necesitaba sentirse querida por alguien, necesitaba un poco de cariño real.
A pesar de esa espantosa noche, decidió hablar con él nuevamente porque para ella aún la historia no había terminado. Sin embargo, él ya no quiere saber nada sobre ella. Utilizó su lenguaje crudo y seudo sincero para hacerle creer que es la culpable de que no se concrete una relación entre ellos, por el desenlace que tuvo esa noche.

“Estuve varios meses esperando una llamada tuya después que nos vimos, tal vez preguntando como me sentía, creyendo que aún había algo por salvar de nosotros. Gracias por quitarme la venda de los ojos, nunca existió un nosotros.  Pude recordarte como un amor fugaz e intenso pero ahora sólo eres una noche sin pasión ni emoción.”


martes, 14 de octubre de 2014

Viernes por la noche

En ese momento entendió que los personajes de una historia no se clasifican en malos o buenos ni en víctimas o culpables, como había aprendido cuando era niña viendo telenovelas mexicanas con la nana de turno. Comprendió que las personas cambian de rol constantemente, en cuestión de segundos la supuesta víctima deja en evidencia que tan “víctima” no es, algún acto egoísta que daña a terceros, cuartos y hasta quintos tiene escondido bajo la manga o en el celular. A pesar de eso, sigue creyendo, ilusamente, que ella es la máxima expresión de culpabilidad dentro de los rangos que una chica de veinte y más puede serlo. Lo considera así por la simple razón de sentirse infeliz arruinando momentos de felicidad en vez de agradecerlos. Sin embargo, hace poco se sintió un tanto víctima de esos tantísimos “déjalo fluir” que otros utilizan para justificar sus ganas de algo o todo, sin definir los límites de “todo” pero teniendo cada movimiento calculado para lograr lo que buscan.

Pasándose de curiosa tomo su celular y comenzó a revisarlo, no es algo que haga siempre porque sabe que se enoja muy rápido y hará un tremendo lío de algo tan pequeño y pelear es lo último que quiere hacer ahora. Abrió la carpeta de fotos y encontró algunas que no se esperaba pero que tampoco le hicieron sentir celos o algo por el estilo, sólo pensó que no era tan bonita como ella creía. Todo cambio cuando encontró una nota que hubiera deseado haber releído unas cuantas veces más pero la historia no le pertenece y no sintió correcto leer detenidamente a un corazón que no conoce y a quién perjudicó con las decisiones que ha tomado, afectando directamente su felicidad. Sin embargo, al leer la oración final recordó una historia paralela y sintió un poco de envidia de no sentir lo mismo que ellos, tal vez fueron las expectativas de algo más o es que ella no se deja llevar de la misma forma que la mayoría lo hace hasta perderse en otra persona. Ahora no tiene sentido recordar esa historia aunque aún siente presente en el ambiente el olor de esos días y aún está archivada en un bloc de notas de su vieja computadora de escritorio.

Terminó su lectura y sintió como si una niña describiera por primera vez el cuarto de su más reciente novio y las caricias que el le da como señal de amor en el mismo cuarto que ella ha visto cambiar hasta llegar a lo que es ahora y sintió que algo dentro de si tenía que huir.

“Dime que esto es mentira”.


Inventar cualquier excusa para sentirse mejor siempre será una buena opción y recordar que ella también ha hecho cosas parecidas le quitó la pena de encima. A pesar que no pudo decir palabras por unos minutos terminó dándole un beso, sonriendo y pensando cómo podía llevarse tan fácil todo. Pero de que puede quejarse alguien que también se lleva fácil.