domingo, 14 de septiembre de 2014

Amor sin amor: Primera parte

Un sábado de Mayo, fue a celebrar el cumpleaños de Paola, una amiga de todos los tiempos. Pasaban juntas ese día desde hace 7 años y recordar entre risas sus hazañas de antes era una de las cosas que más le divertía hacer. Decidieron jugar "yo nunca" ya que era el juego con el que se enteraban más rápido las últimas experiencias de cada una de ellas. Luego de muchas preguntas graciosas y tontas, comenzaron con el tema interesante: sexo.

- Esperen, esperen. Que necesito un poco más de alcohol. - Se levanta, coge la botella de tequila y toma un shot - Ya, yo nunca he tenido sexo casual con más de cinco el mismo mes. - dijo Ximena, la pro sexo casual con cualquier limeño que camine frente ella.

¿Sexo casual? Daniela nunca ha tenido sexo casual, está acostumbrada a hacer el amor cuando se sentía muy enamorada de su novio de turno. Muchos de sus amigos decían que era una cucufata aburrida, que en pleno siglo XXI ya se encuentra devaluado tener relaciones con alguien y ahora todos se meten con todos. De todas formas, ella defendía su preferencia por el sexo con "te amos" ininterrumpidos, promesas que tal vez no se concretarán pero te alegra el corazón por unas horas y luego dormir abrazados lo que resta de noche para tener el placer de despertar con un beso y escuchar un "buenos días mi amor, estas preciosa". No significa que Daniela crea en príncipes azules, amores eternos y esas cosas, sólo es que aún considera que el sexo es exclusivo entre novios porque es uno de los tantísimos valores agregados de serlo.

Muchos años defendió esta posición, pero poco a poco sintió curiosidad por probar que se sentiría hacer el amor sin amor. Por muchos meses lo intento sin suerte, ya que cuando iba a pasar recordaba que eso no era lo que ella creía correcto y salía corriendo con la primera excusa que crucé su mente. Hasta qué se enredó con alguien cuyo nombre se omitirá ya que dudo que siga en la historia de Daniela, el no considera que ella es con quien debe/quiere complicarse la vida. Luego de varios años de soledad, sus ojos vieron a alguien que nunca antes habían notado pero que estaba ahí de manera intermitente. Aveces si, a veces no. No tiene una explicación racional del porque perdió la cabeza por alguien que sintió sólo una vez, muchos han bajado la luna para enamorar a Daniela y eso es lo que le gusta a ella, enamorarse de quién antes se enamora de ella y este dispuesto a aceptar ese carácter mandón y jodido haciéndole caso en casi todo lo que exige. Sin embargo el no hizo nada de eso, sólo la beso, sonrió y le daba la contra en casi todo y aún así logro despertar algo que ella pensaba que ya no tenía: Amor. Nunca entenderá, así repase mil veces todos los diálogos que tuvieron, porque se enamoro sin pasos previos, fue de pronto e intenso, suave y delicioso como su primer beso, entre risas y cosquillas concluía que ya no quiere estar sola porque quiere estar con el.

Todo inicio en un pequeño viaje del cual no tengo muchos detalles porque Daniela ha preferido olvidar los únicos dos días de este año en el que sin reparo fue inmensamente feliz. Olvidar una mañana en que despertó en un lugar que no era su cuarto y no pensó si era "un poco más feliz" o "un poco menos triste" o si estaba enojada porque sólo había dormido 3 horas. Se sentía irrevocablemente feliz y nada importaba más que besar nuevamente al culpable de tremenda felicidad.

Tanto tiempo sintiéndose vacía y sola pero llena de amantes hasta que llego el.

"Antes de ese fin de semana, yo vivía tranquila. Poco a poco estaba aprendiendo a convivir con lo que me ha tocado y logrado mantener un equilibrio entre mis amantes, mi vida, mi soledad, mi odiada facultad y mi yo egocéntrico y testarudo. No necesitaba desestabilizar mis días, ya era suficiente drama para mi gusto. Vivía en un enredo y me gustaba ese enredo antes de ti, antes que llegarás rompiendo todos los esquemas. Mencionaste una frase que no hubiera querido escuchar. "Me gustas" y me hizo sentir tan quinceañera dándole importancia a un gusto siendo consciente que en otro contexto habría pensado "le gusto como le gusta el chocolate". Mala costumbre de darle más peso del que tienen a algunas palabras sólo por el valor que tiene la persona que lo dice. Hubiera podido tenerte y recordarte como uno más de los intensos y fugaces amores que he tenido este año sin embargo esa idea se esfumó con un "tenemos que hablar". No era necesario hablar. No eran necesarias las explicaciones de que si estuviéramos en otra circunstancia y si yo fuera otra persona y tu también fueras otro estabas seguro que seríamos enamorados. No era necesario que digas que me querías y porque lo hacías buscas la mejor opción. No era necesario sentir esa angustia de no saber que pensabas, si deseabas ser parte de mi y mi vida, si creías que podrías besarme toda la noche sin parar. Angustia de saber si aún quieres. ¿Me quieres?"

- No estoy listo para esto.
- ¿Listo para que? ¿Para ser feliz?
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