jueves, 14 de agosto de 2014

Un día a la vez.

Despertar tarde es cuestión de rutina, tan usual que no percibo si es que algo anda mal. Por dos años he madrugado casi todos los días que ahora mi cuerpo pide un tiempo fuera. Ver el celular, esperar un mensaje que sé que no llegará, sonreírle al techo y saltar de la cama. Mirar el desorden de mi cuarto, tan caótico como mi mente, como mi vida. Escuchar a papá todas las mañanas intentando convencerme que debo ordenarlo de una vez por todas. No entiendo porque tanto drama si es algo que se puede solucionar cerrando la puerta. Coger lo primero que mis manos encuentren y combine, tomando en cuenta que nunca he tenido problemas con combinar un pantalón rosado con un polo turquesa y zapatillas verdes, mi sentido de “combinación” sólo tiene como variables que abrigue, este limpio y no lo haya usado en las últimas dos semanas.


Salir de casa y hablar conmigo mientras voy al trabajo. Analizar cada una de las cosas que hice el día anterior con el fin de darme cuenta lo que hice mal o hice bien, no precisamente para intentar arreglar lo malo y fortalecer lo bueno, sólo es para tenerlo como experiencia y referencia para futuras ocasiones. Interiorizo que faltan pocos meses para acabar una etapa importante, muy importante, resaltando el valor real que tiene. Sin embargo hace un poco menos de un mes que ya no siento las ansias de lograr mi objetivo. Es, quizá, que he idealizado tanto este momento que la primera parte del año entregue toda mi energía y ahora sólo estoy en modo automático o es que estoy segura que tendré éxito y se fue el miedo que me hizo dar más de lo que pensé que podía dar o es que mis demonios me repiten constantemente que esto no es lo que yo quería para mi. No lo sé.

Siempre lo escuché con detenimiento, cada palabra que dijo resolvió algunas dudas pero también dio inicio a muchas más, y, a pesar de no estar de acuerdo, comprendí que el problema no soy yo, es el momento. Lo que no deja de dar vueltas en mi cabeza es cuando dijo que debía encontrarse y aunque yo no lo haya dicho, también creo que debo encontrarme. Sé lo que quiero, sé a donde voy, sé que es lo mejor para mi pero al mismo tiempo siento que lo que he deseado con tantas ansias no es lo que necesito y no me jugaría la vida por eso. Podrás pensar que quiero dejarlo todo pero no lo haré, por la simple razón que soy muy terca como para rendirme casi al final del camino, así sienta que estoy viviendo por vivir. No estoy triste, no me siento mal, no siento nada, es simplemente que pensé ser feliz cuando este a puertas de ganar.


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