martes, 26 de agosto de 2014

Los Piratas de Halifax

Una tarde de hace muchos años, mamá y yo estábamos alistándonos para salir a encontrarnos con papá. Sabíamos que él nos haría esperar horas de horas con típicas frases como "llego en 5 minutos", "estoy cerca, no se muevan del paradero". Mamá, intentando hacer más fácil la espera, cogió un libro de la biblioteca y me tomo la mano para salir.

"Los piratas de Halifax", de sólo leer el título se me hicieron mil ideas en la cabeza y sentí mucha expectativa de las historias que se narraban. Caminamos rápido hacía el paradero del bus y esperamos que llegue la línea 9. Mi mamá prefería esa línea, muy amenudo me comentaba que era la más rápida y le gustaba que siempre tenga asientos disponibles, eso hacía más placentero el viaje. Sinceramente, no entiendo en que se basaba para sostener eso, quizá es que los tiempos han cambiado totalmente ya que ahora es el bus más lento que existe.

Ya dentro del bus, mamá abrió el libro y me dijo que comience a leer. Ella lee bastante rápido y si hasta ahora sería difícil seguirle el paso, no imagino como podía hacerlo con sólo unos años de edad. Mientras leíamos sentí que compartíamos un universo paralelo dónde sólo estábamos nosotras siendo espectadoras de una gran historia, siendo cómplices, siendo más que su hija. Su compañera de aventuras.

Ahora, es inevitable no recordar esa escena cada vez que abro un libro mientras estoy en un bus, cuando siento el olor agradable de viejas hojas y es cuando extraño más a mamá, cuando siento que más falta me hace compartir todos mis días a su lado. Recuerdo cuando decía que leer te transporta a otro universo único y escribir te da libertad de ser quién quieras ser, sentir como quieras sentir y creer lo que quieras creer. Recuerdo el porqué me gusta tanto Isabel Allende, ya que es su autora favorita y leerla es sentir que en esa fracción del día ella está leyendo el libro a mi lado, que compartimos nuevamente esa complicidad de imaginar una historia como nos plazca sin importan que, en ese momento, no este a mi lado. Recuerdo los poemas que escribía en Word y a pesar que la mayoría eran melancólicos a mi me encantaba su manera de escribir y no me cansaba de leerlos una y otra vez. Recuerdo cuando tomaba una hoja de papel y algún crayón de color e intentaba poder hacer un verso que se parezca un poquito a los de ella, sólo un poco tan geniales.

Recuerdo cuando era niña y soñaba con un día convertirme en alguien casi como ella.

jueves, 14 de agosto de 2014

Un día a la vez.

Despertar tarde es cuestión de rutina, tan usual que no percibo si es que algo anda mal. Por dos años he madrugado casi todos los días que ahora mi cuerpo pide un tiempo fuera. Ver el celular, esperar un mensaje que sé que no llegará, sonreírle al techo y saltar de la cama. Mirar el desorden de mi cuarto, tan caótico como mi mente, como mi vida. Escuchar a papá todas las mañanas intentando convencerme que debo ordenarlo de una vez por todas. No entiendo porque tanto drama si es algo que se puede solucionar cerrando la puerta. Coger lo primero que mis manos encuentren y combine, tomando en cuenta que nunca he tenido problemas con combinar un pantalón rosado con un polo turquesa y zapatillas verdes, mi sentido de “combinación” sólo tiene como variables que abrigue, este limpio y no lo haya usado en las últimas dos semanas.


Salir de casa y hablar conmigo mientras voy al trabajo. Analizar cada una de las cosas que hice el día anterior con el fin de darme cuenta lo que hice mal o hice bien, no precisamente para intentar arreglar lo malo y fortalecer lo bueno, sólo es para tenerlo como experiencia y referencia para futuras ocasiones. Interiorizo que faltan pocos meses para acabar una etapa importante, muy importante, resaltando el valor real que tiene. Sin embargo hace un poco menos de un mes que ya no siento las ansias de lograr mi objetivo. Es, quizá, que he idealizado tanto este momento que la primera parte del año entregue toda mi energía y ahora sólo estoy en modo automático o es que estoy segura que tendré éxito y se fue el miedo que me hizo dar más de lo que pensé que podía dar o es que mis demonios me repiten constantemente que esto no es lo que yo quería para mi. No lo sé.

Siempre lo escuché con detenimiento, cada palabra que dijo resolvió algunas dudas pero también dio inicio a muchas más, y, a pesar de no estar de acuerdo, comprendí que el problema no soy yo, es el momento. Lo que no deja de dar vueltas en mi cabeza es cuando dijo que debía encontrarse y aunque yo no lo haya dicho, también creo que debo encontrarme. Sé lo que quiero, sé a donde voy, sé que es lo mejor para mi pero al mismo tiempo siento que lo que he deseado con tantas ansias no es lo que necesito y no me jugaría la vida por eso. Podrás pensar que quiero dejarlo todo pero no lo haré, por la simple razón que soy muy terca como para rendirme casi al final del camino, así sienta que estoy viviendo por vivir. No estoy triste, no me siento mal, no siento nada, es simplemente que pensé ser feliz cuando este a puertas de ganar.