Después de reír toda la noche en un bar limeño y llegar casi dormida (o casi despierta) en el asiento del copiloto, llegó a casa. Después de un tierno beso de "buenos días" a las 04:30 am, después de pretender ser algo sin ser nada.
Quitarse los zapatos y entrar de puntillas para que nadie note que debió tomar menos cerveza. En ese momento, justo ahí, ríe sola y se da cuenta que al fin y al cabo no era tan mala idea compartir su vida "sin complicarse".
Deja de reír. Nunca quiso más protagonistas de los que pudiera aguantar o "mantener feliz" sin sentir que invadían el frío espacio que guardaba para ella misma. Tal vez por miedo a sentir que por primera vez comenzaría a depende de alguien, por miedo de no tener más un breve momento de soledad, por miedo a no poder deprimirse dentro de sí y por último el terrible miedo de olvidar la frase que diariamente giraba en su mente "un poco menos triste".
Quitarse los zapatos y entrar de puntillas para que nadie note que debió tomar menos cerveza. En ese momento, justo ahí, ríe sola y se da cuenta que al fin y al cabo no era tan mala idea compartir su vida "sin complicarse".
Deja de reír. Nunca quiso más protagonistas de los que pudiera aguantar o "mantener feliz" sin sentir que invadían el frío espacio que guardaba para ella misma. Tal vez por miedo a sentir que por primera vez comenzaría a depende de alguien, por miedo de no tener más un breve momento de soledad, por miedo a no poder deprimirse dentro de sí y por último el terrible miedo de olvidar la frase que diariamente giraba en su mente "un poco menos triste".
Suena la alarma, cinco minutos más.
Este último medio año he tenido más ganas de vivir que de escribir. He tenido más ganas de sonreír y hacer reír. Sin embargo, al mismo tiempo he querido escapar de esa felicidad que me atolondra. Sí, tiendo a ser pesimista, fatalista y a veces poco lista.
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