sábado, 15 de noviembre de 2014

Complicándome los días: Parte 2 - De Fiesta

"Algunas personas sostienen como verdad el dicho "El que calla, otorga". Sin embargo, esa noche comprobé lo equivocada que está esa frase. No dijimos nada y eso no significó que uno aceptara como verdad lo que el otro dijo; simplemente nos cansamos de explicar por qué éramos todo y al mismo tiempo nada. Lo más fácil era quedarnos callados, sonriendo en complicidad, conscientes de lo incorrecto que era lo que hacíamos y de lo bien que se sentía ser los malos del cuento. Nuestros únicos testigos eran un barman y unas botellas de cervezas vacías. Tú y yo sabemos lo que es conectar más allá de lo físico, sin necesidad de contacto ni palabras.

El silencio no habló mejor que las palabras; sólo mostró que estábamos lo suficientemente hartos como para seguir dándole vueltas a nuestros problemas. Así fue esa noche, una inusual noche de sábado. Una noche que estuve esperando por años porque creía que sería la forma perfecta de ganar. A pesar de que finalmente ninguno de los dos ganó, puedo asegurar que fue increíble perder contigo." 

***
Abril, 2011

Daniela tiene veinte años y se encuentra en el tercer año de Psicología. La razón oficial para estudiar esa carrera es ayudar a quienes han vivido situaciones traumáticas; la razón extraoficial es entender por qué su cerebro funciona como lo hace. Nunca se peina porque le dijeron que se veía más bonita con el cabello alborotado y suele confiar más en las opiniones ajenas que en las suyas. Desde entonces ha dejado de alisarse los rizos rebeldes que heredó de su mamá. Colecciona libros viejos, especialmente de filosofía, monedas de otros países, empaques de Pringles y usa como adorno de llavero los abre-fácil de las latas de cerveza. Le gusta el color verde sin embargo su cuarto es de color rosa y viste de negro, no por moda sólo que cree que el negro la hace ver más ruda de lo que en realidad es. 

Disfruta ir a bares y pedir una cerveza bien helada. Tiene un par de kilos que quisiera eliminar pero los alimenta cada fin de semana con hamburguesas y salchipapas que venden en la esquina de su casa. Hace dos meses cumplió tres años de relación con Nicolás, un chico que conoce desde la infancia, lo que hace que funcione fácil la dinámica entre ellos, ya que él es, después de sus padres, la persona que mejor la conoce. Nicolás es un tipo guapo y divertido, y es también su mejor amigo. Estudia Ingeniería Industrial, y tiene todas las cualidades que cualquier padre buscaría para su hija.

Nicolás, Daniela y Santiago han crecido juntos. Sus padres se conocieron de casualidad en el club y se hicieron inseparables. Ellos han compartido desde risas hasta momentos familiares complejos. Nicolás ha sido testigo de los esfuerzos de sus padres y de Santiago y Daniela por construir una familia feliz, lo que lo convierte en una parte esencial de su vida. Por eso, cuando ella evoca recuerdos, siente un nudo en el estómago al darse cuenta de cuántos de esos momentos incluyen a Nicolás y la idea de que él en algún momento pueda mirarla de manera diferente la asusta; le aterra pensar en un futuro en el que su amor se rompa y él ya no esté a su lado.

Hoy, Daniela despertó muy temprano. Fue a jugar vóley en el club con Santiago y Nicolás, y luego de eso almorzaron juntos en su restaurante favorito. Su relación está llena de tradiciones, que consideran es lo más preciado que tienen. Comparten almuerzos para probar varios platos, leen libros juntos en el mismo café desde que tienen quince, y tienen "los miércoles de chistes monses", donde se cuentan chistes y el que cuenta los peores invita un yogurt helado con fruta. Nicolás la ha dejado ganar varias veces, ya que no puede evitar reírse al escucharla, a pesar de que él tiene un gran sentido del humor y ella es sólo recita chistes sacados de internet. Sin embargo, los dos coinciden en que la mejor tradición que tienen es que están locos el uno por el otro.

Después de un sábado divertido, Daniela se lanzó en la cama, encendió la laptop para revisar algunos temas pendientes y sintió una extraña necesidad de cambiar de "bar favorito". Decir todas las noches: "Juan, dame lo de siempre", dejó de tener encanto. A pesar de que Juan muchas veces le vendía la chela a 10 soles, le permite fumar sin problema y, cuando Daniela está con suerte, le regala caramelos masticables para acompañar los cigarros. Hacía todo esto por cariño, o eso cree ella ya que no necesita usar su sonrisa combinada con el movimiento de cabeza, tan típico cada vez que quiere que alguien haga algo por ella. Aburrida de lo mismo, decidió romper la rutina y salir en busca de nuevas aventuras. Esa noche iba a explorar nuevos bares, conocer nuevos barmans, tal vez y con un poco de suerte, hacer nuevos amigos.

Mientras reflexionaba sobre si realmente era necesario salir, si ese deseo de romper la rutina era tan fuerte como para no mirar los pendientes de la universidad, ni leer sobre la teoría de Freud. Sería una noche en que no se enfocaría en los deberes, sino se dedicaría a fluir. Sus pensamientos fueron interrumpidos por Santiago que entró al cuarto de Daniela, cuando vio que se arreglaba.

- Dani, ¿vas a salir esta noche?
- Sí, tengo ganas de ir a un bar. Mejor dicho, ¡a un nuevo bar! - exclamó Daniela con emoción.
- ¿Me llevas?
- ¿Por qué llevaría a mi hermanito? - Daniela lo miró con complicidad.
- Porqué te podría cuidar - dijo Santi, haciendo una postura como si fuera fuerte.
- No, voy sola.
- ¿Y no te da miedo? ¿Y si te secuestran? ¿Si me quedo sin hermana? ¡Pido tu cuarto como herencia! Jajaja - bromeó Santiago - Ya en serio, hermana, cuídate por favor.
- Si, tranqui, cualquier cosa digo que tengo un hermano que, si me pasa algo, los matará. Y sí, me da un poco de miedo pero a veces hay que seguir los instintos y no sé, hoy tengo una sensación que debo salir. 

***

Mientras caminaba Daniela, escuchó sonar Calle 13 de un garaje. Ingresó al bar, tuvo una sensación extraña por estar sola, era la primera vez que hacía algo así. Lo que sentía era algo que no podía explicar en palabras, sólo trasmitir sensorialmente. Se encontraba ansiosa, nerviosa y con una sonrisa tonta en los labios. Era como una travesura de niña que sale a escondidas de sus papás. 

"No se necesita plata pa' moverse, se necesita onda y música cachonda." 

Eran las 11 pm, estaba en un nuevo lugar barranquino que se había inaugurado hace menos de un mes. Tenía aspecto de un garaje de taller mecánico, con un aroma a aceite y lubricante de autos. La luz era más tenue que en su bar habitual, pero al escuchar "El baile de los pobres" sintió la necesidad de permanecer un poco más allí y explorar. Se acercó a la barra y pidió una cerveza. De pronto, vio a un tipo bailando solo en una esquina. Era alguien que estaba en sus veintes, usaba una camiseta de los Rolling Stones, y parecía que no importarle nada de lo que sucedía a su alrededor. Se le veía libre, fresco y natural. 

A Daniela le pareció gracioso ver a alguien así y sintió intriga por conocerlo.

- Seguramente está borracho - pensó Daniela - Pero recién son las once de la noche, no es posible esté así a esta hora - se cuestionaba - Pero, ¿había otra forma de ser tan libre sin el efectos del alcohol? - Sintió muchas ganas de acercarse, nuevamente esa sensación inexplicable, ese impulso que no podía evitar ni quería.

- Hola, soy Daniela. ¿Quieres bailar?
- Claro preciosa, me llamo Renzo. No es por nada personal pero soy de los que le cantas "Vamo' a portanos mal" pero nunca "Un beso de desayuno".
- No hay problema, tengo novio. - comenzaron a bailar y la curiosidad de Daniela pudo más - ¿Estas borracho?
- Jajaja, ¡no! ¿y esa pregunta?
- Es que te vi bailando solo con tanta libertad, que me hizo intuir que estabas borracho.
- ¿Tu necesitas alcohol para hacer las cosas que te gustan?
- Hmmm, no...
- ¿Entonces? Jajaja, eres rara.

Daniela se sonrojó y siguió bailando, admirando a Renzo y deseando copiar su despreocupada energía.

viernes, 24 de octubre de 2014

Amor sin amor: Segunda Parte

Sonó un mensaje en WhatsApp.

“Nadie necesita estar listo para algo, ¿cuándo nos vemos de nuevo?

La respuesta que recibió no era la que esperaba y sólo habían pasado diez horas desde la pregunta que dejó en visto. Daniela pensó que no era tiempo suficiente para hacerse la ofendida con él, al fin y al cabo sólo eran amigos.

“Tal vez se quedó dormido mientras chateábamos, tal vez estaba muy cansado para seguir la conversación, tal vez se le apago el celular y olvidó su cargador en el trabajo (pero si aparecieron los dos checks… ¡tal vez se le malogró el celular!), tal vez, sí, tal vez…” – Pensaba.

Las excusas aumentaban con el sonar de las manijas del reloj y con el también las ganas de todo. Bastaba con verlo, conversar y reír, tal vez también abrazarlo y con suerte robarle un beso. Mientras coordinaban cuando se verían nuevamente, ella miraba el celular con cara de tonta e idealizaba el futuro encuentro. Últimamente, era muy complicado concretar una fecha, por eso Daniela debía acomodarse a los pocos momentos libres que tenía él y para lograrlo posponía reuniones, avances de trabajos, cenas familiares y cualquier otro evento que se interpusiera entre sus salidas. Después de besarlo por primera vez, decidió jugar el todo por el todo, sentía que lo valía porque era él la persona con quién quería estar. A pesar de eso, no repitió suficientes veces lo mucho que lo quería, ni lo mucho que el encantaría estar a su lado porque no quería quedar en evidencia con él y siempre trataba de aparentar que no le gustaba tanto como le gusta y le daba lo mismo ser amigos o algo más. Finalmente, quedaron en verse el sábado por la noche. Daniela escribió, exageradamente grande, en su pizarra la fecha y hora en que se verían, sabiendo que no lo olvidaría pero verlo allí le alegraría el día.

El sábado se hizo eterno, Daniela no durmió varios días para poder terminar con los pendientes y estar libre para él. Además del sueño, tenía resaca porque días previos estuvo bebiendo todo lo que pudo, buscando en el alcohol el valor que sabía perfectamente le faltaba para hacer lo pactado para esa noche. En el transcurso del día, le escribió muchísimas veces a María con el fin que le repita una y otra vez que lo que haría no es nada del otro mundo, que todos lo hacen y  debe dejar de ser tan histérica y cucufata.

“¿Estas realmente segura que quieres hacer esto? Si es así, tienes que ir con el corazón y la cabeza fría sabiendo que aunque pase eso entre ustedes, no significa que le darán ganas de ser tu enamorado. Además, creo que tendrías que volverlo loco esta noche para que quiera volver a verte. Dani, tú no eres ese tipo de chica, por favor no la cagues, no tienes nada que demostrar.”

Cada palabra que leía resonaba en su cabeza. Sabía que tenía razón, debía dejar de pensar y sólo dejarse llevar por el momento y sí, ella no era ese tipo de chica y, por si fuera poco, siempre estuvo en contra del sexo casual. A pesar de no estar totalmente convencida, ya había quedado en algo y no podía arrepentirse.

El recordatorio del celular anunciaba que a las 7:30 pm debían verse. Ella llegó al lugar pactado y él estaba en quién sabe que parte de Lima. Cambiaron el lugar de encuentro y, como si no fuera suficiente, la hizo esperar más de 1 hora. Cuando se vieron, Daniela intentó ocultar el miedo que sentía, no obstante eran evidentes sus nervios al no poder coordinar ni dos movimientos correctos. Daniela le confesó que nunca había hecho algo parecido, que era la primera vez que estaría con alguien con quién no tenía una relación seria. Él  la comenzó a besar.

¿Qué? ¿Ya se acabó? – Pensó Daniela

No salió como esperaba y ella no ayudó a que fuera una noche espectacular. Asegura que una muñeca inflable hubiera estado más caliente que ella esa noche. Daniela no sintió nada. Ver la televisión le resultaba más divertido que lo que pasó en ese cuarto. A pesar que los dos aparentemente estuvieron de acuerdo con la decisión, los sentimientos en ella pudieron más y cada vez que él se acercaba sentía que logró lo que él quería, una noche de sexo casual. Nada de amores, ni promesas, ni te quieros. Parecía que no era la misma persona a quién un par de años atrás conoció o meses atrás besó y sintió tanta felicidad que ahora se resumía a nada.  Se despidieron y ella llamó al primer amigo que vivía cerca de donde estaba y fue a visitarlo en busca de un abrazo sincero. Necesitaba sentirse querida por alguien, necesitaba un poco de cariño real.
A pesar de esa espantosa noche, decidió hablar con él nuevamente porque para ella aún la historia no había terminado. Sin embargo, él ya no quiere saber nada sobre ella. Utilizó su lenguaje crudo y seudo sincero para hacerle creer que es la culpable de que no se concrete una relación entre ellos, por el desenlace que tuvo esa noche.

“Estuve varios meses esperando una llamada tuya después que nos vimos, tal vez preguntando como me sentía, creyendo que aún había algo por salvar de nosotros. Gracias por quitarme la venda de los ojos, nunca existió un nosotros.  Pude recordarte como un amor fugaz e intenso pero ahora sólo eres una noche sin pasión ni emoción.”


martes, 14 de octubre de 2014

Viernes por la noche

En ese momento entendió que los personajes de una historia no se clasifican en malos o buenos ni en víctimas o culpables, como había aprendido cuando era niña viendo telenovelas mexicanas con la nana de turno. Comprendió que las personas cambian de rol constantemente, en cuestión de segundos la supuesta víctima deja en evidencia que tan “víctima” no es, algún acto egoísta que daña a terceros, cuartos y hasta quintos tiene escondido bajo la manga o en el celular. A pesar de eso, sigue creyendo, ilusamente, que ella es la máxima expresión de culpabilidad dentro de los rangos que una chica de veinte y más puede serlo. Lo considera así por la simple razón de sentirse infeliz arruinando momentos de felicidad en vez de agradecerlos. Sin embargo, hace poco se sintió un tanto víctima de esos tantísimos “déjalo fluir” que otros utilizan para justificar sus ganas de algo o todo, sin definir los límites de “todo” pero teniendo cada movimiento calculado para lograr lo que buscan.

Pasándose de curiosa tomo su celular y comenzó a revisarlo, no es algo que haga siempre porque sabe que se enoja muy rápido y hará un tremendo lío de algo tan pequeño y pelear es lo último que quiere hacer ahora. Abrió la carpeta de fotos y encontró algunas que no se esperaba pero que tampoco le hicieron sentir celos o algo por el estilo, sólo pensó que no era tan bonita como ella creía. Todo cambio cuando encontró una nota que hubiera deseado haber releído unas cuantas veces más pero la historia no le pertenece y no sintió correcto leer detenidamente a un corazón que no conoce y a quién perjudicó con las decisiones que ha tomado, afectando directamente su felicidad. Sin embargo, al leer la oración final recordó una historia paralela y sintió un poco de envidia de no sentir lo mismo que ellos, tal vez fueron las expectativas de algo más o es que ella no se deja llevar de la misma forma que la mayoría lo hace hasta perderse en otra persona. Ahora no tiene sentido recordar esa historia aunque aún siente presente en el ambiente el olor de esos días y aún está archivada en un bloc de notas de su vieja computadora de escritorio.

Terminó su lectura y sintió como si una niña describiera por primera vez el cuarto de su más reciente novio y las caricias que el le da como señal de amor en el mismo cuarto que ella ha visto cambiar hasta llegar a lo que es ahora y sintió que algo dentro de si tenía que huir.

“Dime que esto es mentira”.


Inventar cualquier excusa para sentirse mejor siempre será una buena opción y recordar que ella también ha hecho cosas parecidas le quitó la pena de encima. A pesar que no pudo decir palabras por unos minutos terminó dándole un beso, sonriendo y pensando cómo podía llevarse tan fácil todo. Pero de que puede quejarse alguien que también se lleva fácil. 

domingo, 14 de septiembre de 2014

Amor sin amor: Primera parte

Un sábado de Mayo, fue a celebrar el cumpleaños de Paola, una amiga de todos los tiempos. Pasaban juntas ese día desde hace 7 años y recordar entre risas sus hazañas de antes era una de las cosas que más le divertía hacer. Decidieron jugar "yo nunca" ya que era el juego con el que se enteraban más rápido las últimas experiencias de cada una de ellas. Luego de muchas preguntas graciosas y tontas, comenzaron con el tema interesante: sexo.

- Esperen, esperen. Que necesito un poco más de alcohol. - Se levanta, coge la botella de tequila y toma un shot - Ya, yo nunca he tenido sexo casual con más de cinco el mismo mes. - dijo Ximena, la pro sexo casual con cualquier limeño que camine frente ella.

¿Sexo casual? Daniela nunca ha tenido sexo casual, está acostumbrada a hacer el amor cuando se sentía muy enamorada de su novio de turno. Muchos de sus amigos decían que era una cucufata aburrida, que en pleno siglo XXI ya se encuentra devaluado tener relaciones con alguien y ahora todos se meten con todos. De todas formas, ella defendía su preferencia por el sexo con "te amos" ininterrumpidos, promesas que tal vez no se concretarán pero te alegra el corazón por unas horas y luego dormir abrazados lo que resta de noche para tener el placer de despertar con un beso y escuchar un "buenos días mi amor, estas preciosa". No significa que Daniela crea en príncipes azules, amores eternos y esas cosas, sólo es que aún considera que el sexo es exclusivo entre novios porque es uno de los tantísimos valores agregados de serlo.

Muchos años defendió esta posición, pero poco a poco sintió curiosidad por probar que se sentiría hacer el amor sin amor. Por muchos meses lo intento sin suerte, ya que cuando iba a pasar recordaba que eso no era lo que ella creía correcto y salía corriendo con la primera excusa que crucé su mente. Hasta qué se enredó con alguien cuyo nombre se omitirá ya que dudo que siga en la historia de Daniela, el no considera que ella es con quien debe/quiere complicarse la vida. Luego de varios años de soledad, sus ojos vieron a alguien que nunca antes habían notado pero que estaba ahí de manera intermitente. Aveces si, a veces no. No tiene una explicación racional del porque perdió la cabeza por alguien que sintió sólo una vez, muchos han bajado la luna para enamorar a Daniela y eso es lo que le gusta a ella, enamorarse de quién antes se enamora de ella y este dispuesto a aceptar ese carácter mandón y jodido haciéndole caso en casi todo lo que exige. Sin embargo el no hizo nada de eso, sólo la beso, sonrió y le daba la contra en casi todo y aún así logro despertar algo que ella pensaba que ya no tenía: Amor. Nunca entenderá, así repase mil veces todos los diálogos que tuvieron, porque se enamoro sin pasos previos, fue de pronto e intenso, suave y delicioso como su primer beso, entre risas y cosquillas concluía que ya no quiere estar sola porque quiere estar con el.

Todo inicio en un pequeño viaje del cual no tengo muchos detalles porque Daniela ha preferido olvidar los únicos dos días de este año en el que sin reparo fue inmensamente feliz. Olvidar una mañana en que despertó en un lugar que no era su cuarto y no pensó si era "un poco más feliz" o "un poco menos triste" o si estaba enojada porque sólo había dormido 3 horas. Se sentía irrevocablemente feliz y nada importaba más que besar nuevamente al culpable de tremenda felicidad.

Tanto tiempo sintiéndose vacía y sola pero llena de amantes hasta que llego el.

"Antes de ese fin de semana, yo vivía tranquila. Poco a poco estaba aprendiendo a convivir con lo que me ha tocado y logrado mantener un equilibrio entre mis amantes, mi vida, mi soledad, mi odiada facultad y mi yo egocéntrico y testarudo. No necesitaba desestabilizar mis días, ya era suficiente drama para mi gusto. Vivía en un enredo y me gustaba ese enredo antes de ti, antes que llegarás rompiendo todos los esquemas. Mencionaste una frase que no hubiera querido escuchar. "Me gustas" y me hizo sentir tan quinceañera dándole importancia a un gusto siendo consciente que en otro contexto habría pensado "le gusto como le gusta el chocolate". Mala costumbre de darle más peso del que tienen a algunas palabras sólo por el valor que tiene la persona que lo dice. Hubiera podido tenerte y recordarte como uno más de los intensos y fugaces amores que he tenido este año sin embargo esa idea se esfumó con un "tenemos que hablar". No era necesario hablar. No eran necesarias las explicaciones de que si estuviéramos en otra circunstancia y si yo fuera otra persona y tu también fueras otro estabas seguro que seríamos enamorados. No era necesario que digas que me querías y porque lo hacías buscas la mejor opción. No era necesario sentir esa angustia de no saber que pensabas, si deseabas ser parte de mi y mi vida, si creías que podrías besarme toda la noche sin parar. Angustia de saber si aún quieres. ¿Me quieres?"

- No estoy listo para esto.
- ¿Listo para que? ¿Para ser feliz?
Mensaje visto.

martes, 26 de agosto de 2014

Los Piratas de Halifax

Una tarde de hace muchos años, mamá y yo estábamos alistándonos para salir a encontrarnos con papá. Sabíamos que él nos haría esperar horas de horas con típicas frases como "llego en 5 minutos", "estoy cerca, no se muevan del paradero". Mamá, intentando hacer más fácil la espera, cogió un libro de la biblioteca y me tomo la mano para salir.

"Los piratas de Halifax", de sólo leer el título se me hicieron mil ideas en la cabeza y sentí mucha expectativa de las historias que se narraban. Caminamos rápido hacía el paradero del bus y esperamos que llegue la línea 9. Mi mamá prefería esa línea, muy amenudo me comentaba que era la más rápida y le gustaba que siempre tenga asientos disponibles, eso hacía más placentero el viaje. Sinceramente, no entiendo en que se basaba para sostener eso, quizá es que los tiempos han cambiado totalmente ya que ahora es el bus más lento que existe.

Ya dentro del bus, mamá abrió el libro y me dijo que comience a leer. Ella lee bastante rápido y si hasta ahora sería difícil seguirle el paso, no imagino como podía hacerlo con sólo unos años de edad. Mientras leíamos sentí que compartíamos un universo paralelo dónde sólo estábamos nosotras siendo espectadoras de una gran historia, siendo cómplices, siendo más que su hija. Su compañera de aventuras.

Ahora, es inevitable no recordar esa escena cada vez que abro un libro mientras estoy en un bus, cuando siento el olor agradable de viejas hojas y es cuando extraño más a mamá, cuando siento que más falta me hace compartir todos mis días a su lado. Recuerdo cuando decía que leer te transporta a otro universo único y escribir te da libertad de ser quién quieras ser, sentir como quieras sentir y creer lo que quieras creer. Recuerdo el porqué me gusta tanto Isabel Allende, ya que es su autora favorita y leerla es sentir que en esa fracción del día ella está leyendo el libro a mi lado, que compartimos nuevamente esa complicidad de imaginar una historia como nos plazca sin importan que, en ese momento, no este a mi lado. Recuerdo los poemas que escribía en Word y a pesar que la mayoría eran melancólicos a mi me encantaba su manera de escribir y no me cansaba de leerlos una y otra vez. Recuerdo cuando tomaba una hoja de papel y algún crayón de color e intentaba poder hacer un verso que se parezca un poquito a los de ella, sólo un poco tan geniales.

Recuerdo cuando era niña y soñaba con un día convertirme en alguien casi como ella.

jueves, 14 de agosto de 2014

Un día a la vez.

Despertar tarde es cuestión de rutina, tan usual que no percibo si es que algo anda mal. Por dos años he madrugado casi todos los días que ahora mi cuerpo pide un tiempo fuera. Ver el celular, esperar un mensaje que sé que no llegará, sonreírle al techo y saltar de la cama. Mirar el desorden de mi cuarto, tan caótico como mi mente, como mi vida. Escuchar a papá todas las mañanas intentando convencerme que debo ordenarlo de una vez por todas. No entiendo porque tanto drama si es algo que se puede solucionar cerrando la puerta. Coger lo primero que mis manos encuentren y combine, tomando en cuenta que nunca he tenido problemas con combinar un pantalón rosado con un polo turquesa y zapatillas verdes, mi sentido de “combinación” sólo tiene como variables que abrigue, este limpio y no lo haya usado en las últimas dos semanas.


Salir de casa y hablar conmigo mientras voy al trabajo. Analizar cada una de las cosas que hice el día anterior con el fin de darme cuenta lo que hice mal o hice bien, no precisamente para intentar arreglar lo malo y fortalecer lo bueno, sólo es para tenerlo como experiencia y referencia para futuras ocasiones. Interiorizo que faltan pocos meses para acabar una etapa importante, muy importante, resaltando el valor real que tiene. Sin embargo hace un poco menos de un mes que ya no siento las ansias de lograr mi objetivo. Es, quizá, que he idealizado tanto este momento que la primera parte del año entregue toda mi energía y ahora sólo estoy en modo automático o es que estoy segura que tendré éxito y se fue el miedo que me hizo dar más de lo que pensé que podía dar o es que mis demonios me repiten constantemente que esto no es lo que yo quería para mi. No lo sé.

Siempre lo escuché con detenimiento, cada palabra que dijo resolvió algunas dudas pero también dio inicio a muchas más, y, a pesar de no estar de acuerdo, comprendí que el problema no soy yo, es el momento. Lo que no deja de dar vueltas en mi cabeza es cuando dijo que debía encontrarse y aunque yo no lo haya dicho, también creo que debo encontrarme. Sé lo que quiero, sé a donde voy, sé que es lo mejor para mi pero al mismo tiempo siento que lo que he deseado con tantas ansias no es lo que necesito y no me jugaría la vida por eso. Podrás pensar que quiero dejarlo todo pero no lo haré, por la simple razón que soy muy terca como para rendirme casi al final del camino, así sienta que estoy viviendo por vivir. No estoy triste, no me siento mal, no siento nada, es simplemente que pensé ser feliz cuando este a puertas de ganar.


lunes, 16 de junio de 2014

Hora de Despertar

Después de reír toda la noche en un bar limeño y llegar casi dormida (o casi despierta) en el asiento del copiloto, llegó a casa. Después de un tierno beso de "buenos días" a las 04:30 am, después de pretender ser algo sin ser nada.

Quitarse los zapatos y entrar de puntillas para que nadie note que debió tomar menos cerveza. En ese momento, justo ahí, ríe sola y se da cuenta que al fin y al cabo no era tan mala idea compartir su vida "sin complicarse".

Deja de reír. Nunca quiso más protagonistas de los que pudiera aguantar o "mantener feliz" sin sentir que invadían el frío espacio que guardaba para ella misma. Tal vez por miedo a sentir que por primera vez comenzaría a depende de alguien, por miedo de no tener más un breve momento de soledad, por miedo a no poder deprimirse dentro de sí y por último el terrible miedo de olvidar la frase que diariamente giraba en su mente "un poco menos triste".
Suena la alarma, cinco minutos más.

Este último medio año he tenido más ganas de vivir que de escribir. He tenido más ganas de sonreír y hacer reír. Sin embargo, al mismo tiempo he querido escapar de esa felicidad que me atolondra. Sí, tiendo a ser pesimista, fatalista y a veces poco lista.

domingo, 20 de abril de 2014

Cada día un poco feliz

Daniela no se permitía estar triste, vivía cada día como si lo que paso ayer no hubiera pasado, no existía. Como si despertar sería una oportunidad para mejorar y olvidar aquellas palabras escuchadas, sus heridas infectadas, las lágrimas derramadas y su corazón destrozado. De esa manera, podía sentirse un poco más feliz. A pesar que, un poco más feliz tenía un amargo sabor a un poco menos  triste. 

- "¿Un poco triste?" - Pensaba Daniela.

Cada vez que oía esa palabra prendía un cigarro que despeje su mente, tomaba un par caramelos de su bolso negro y lanzaba una vacía sonrisa. El resumen de estos meses es que Daniela no lo extraña a él, sabe que puede encontrar a uno mejor, o peor, o no encontrar nada y conformarse con su propia compañía. Eso no importa. No extraña los anocheceres en aquel cuarto pequeño y antiguo de la avenida Arequipa, dónde le daba alergia cada vez que se quedaba a dormir. No extraña ir a Sargento y emborracharse con un solo vaso de chela. No extraña esas tontas y larguísimas peleas, cuando después de llorar argumentando que él no es lo suficiente bueno para ella termina en sus brazos, desbordando amor. No extraña sus mensajes acosadores que preguntaban a qué hora estaría libre para ser uno. No extraña que seque su cabello después de tomar una ducha. No extraña la tradición de los sábados, de los helados de Mc Donalds o las papas rellenas con aji. No extraña tirar piedras en una de las playas de Miraflores. No extraña ver películas hasta dormir. No extraña llamarlo todos los días al mediodía preguntando si ha almorzado. No extraña tomar un champagne para celebrar que aún están vivos y juntos. No extraña sus dedos, sus brazos, sus grandes ojos verdes, su pelo alborotado, su olor, su voz, su guitarra sonando alguna canción de Daniel F. No extraña nada de eso. Ya lo ha olvidado.

Daniela sólo extraña despertjar y sentirse feliz, reír porque salio el sol por su ventana o porque encontró en algún rincón de su cuarto un chocolate que creía haberse comido, reírse con los chistes tontos de los amigos de la universidad, sentirse feliz con cosas simples que para otros no son realmente importantes. Ser un poco más feliz cada día, sonreír y que sea real.