¿Cuántas veces hemos escuchamos algo así?
"¡No toques!, está caliente"
"¡No metas el dedo ahí!"
"¡No vas! porque no"
"No hagas esto o aquello o lo otro"
"NO, NO, NO, NO"
Con nada "NO" pronunciado aumenta el deseo de hacerlo, de tenerlo, de probarlo. ¡Claro!, siempre lo prohibido tiene un 200% más de interesante que lo que es permitido. Después de pasar toda una tarde pensando en todas las cosas que son prohibidas llegue a la conclusión de que si no existieran no sería tan divertida la vida, cabe resaltar que no soy una amante de "hacer lo prohibido" pero a quién no le gusta hacer alguna palomillada o sentir la adrenalina de que te pueden descubrir o llegar a casa sabiendo que hiciste "eso" que no debes. Todo este preámbulo sólo para contar mi historia con ella.
Salí muy temprano de casa para comenzar otro día más.
- "Ya me voooooooy"
- "Chau, ¡qué tengas un bonito día!" - Me dijo
Dejé mi casa para encontrarme con la bulla, el trafico, el gran desorden, una que otra pelea en el bus y demás pero a mi, que poco me importa, me encerré en mi mundo donde escucho algunas de las ochocientas canciones de mi reproductor, generalmente pongo "la canción de la semana" una y otra vez. Llegue donde debía llegar, hago lo que debía hacer y luego regreso a casa con mucha hambre. Entonces al abrir la puerta de mi casa una voz me dice:
"Vamos a esperar a todos para comer la torta"
En ese momento pensé, ¿torta? ¿cuál torta? cuando de pronto giro un poco a la derecha y estaba ahí, tal vez un poco escondida, una riquísima torta de chocolate, era LA torta, pero tenía que esperar hasta que lleguen todos para comerla. La miré, la contemplé, admiré la perfección que creo el maestro pastelero para que cada centímetro se vea igual de exquisito. ¡Tenía que comerla! ¡Quería hacerlo, realmente lo quería! pero no podía. Decidí olvidarme de la torta ya que aún faltaban varias horas para estar todos juntos. Prendí la computadora e intenté distraerme con cualquier cosa que encontrará pero no lograba encontrar nada interesante. ¡No era posible!. Una vez alguien por ahí me dijo que la duración de la comida en mi casa era directamente proporcional a la distancia que yo este de ella pero esta vez no podía cumplirse eso ya que regrese a la cocina a ver si no le había pasado nada y afirme que todo estaba en orden, que cada una de las cerezas seguía en el lugar correcto, que seguía igual de apetecible, era la torta que más había deseado o por lo menos que más recordaba, que estaba a unos pasos de distancia pero aún seguía intacta.
Comencé a dar vueltas al rededor de la mesa pensando:
- "¿Qué hubiera pasado si nadie me hubiera dicho de su existencia? Seguro no me habría dado cuenta que estaba aquí y estaría avanzando el trabajo de la universidad. Sí, es más que obvio que ni si quiera hubiera... Pero sí lo hice. Tal vez si pruebo sólo un poquito podría descubrir que no está tan rica como parece. Claro, ¡está horrible!. Ya, no horrible pero no tan rica... Nadie se dará cuenta que hay una cereza menos, o dos, o tres.."
De pronto su voz sonaba en mi cabeza diciendo que no podía comerla hasta que todos vengan.
- "¡Pero es sólo una torta! ¿Por qué tanto escándalo? Sólo quiero un pedacito. Sí, me la voy a comer y si dicen algo, pues compro otra y ya."
En ese momento sentí que ya había luchado mucho conmigo como para caer en la tentación de comerla, no podía rendirme, tenía que esperar hasta que todos vinieran a pesar de que los minutos se vuelvan décadas interminables. Ya no sabía si realmente tenía hambre o sólo era porque no podía probarla, tenía la sensación de que había olvidado el porqué de estar al rededor de ella vigilando cada movimiento; creo que mis ganas de comerlas se convirtieron en un "nadie la va a comer, porque yo lo digo" pero al parecer la única que se mordía la lengua al no poderla comer era yo. Después de un rato me importó muy poco si tenía que esperar o no y bordeé mi dedo en la torta, al acercarla a mi boca y saborearla me encontré con la decepción.
Pasaron unas horas y llegaron los demás. Eramos muchos y la torta no era suficiente para la cantidad de familiares por eso después de probar un pedacito más de la porción que me sirvieron le di mi parte a un primo a quien le había encantado la torta. Tanta desesperación creada por el simple hecho de "no poder".
¿Cuántas cosas queremos hacer sólo porque las prohiben? O ¿soy la única a quién le gusta romper las reglas?